Ya pocos recuerdan al Pokémon Go, pero durante 2016 hubo unos meses en los que era probable chocarse por las calles con entes abstraídos del entorno, embobados por la posibilidad de cazar a través de su celular a uno de los esquivos Pokémon que andaban sueltos por ahí.
Esa fiebre mundial por el juego de realidad aumentada fue la que despertó el interés de los grandes estudios por esta franquicia creada en 1995 por el japonés Satoshi Tajiri: así se llegó a esta Detective Pikachu, la primera película de acción real de Pokémon después de 22 filmes animados y más de mil episodios del animé.
El vínculo con el mundo virtual va más allá de la aplicación: el guión está inspirado en elementos del videojuego homónimo lanzado en 2016 por Nintendo. Todo transcurre en Ryme City, una ciudad donde humanos y Pokémon conviven en paz, a menudo en relación de amo-mascota. Hasta ahí llega Tim, un veinteañero que alguna vez fue entrenador de Pokémon, a raíz de la supuesta muerte de su padre policía. Pero cuando se dispone a vaciar el departamento paterno se encuentra con un Pikachu parlante -sólo Tim lo entiende- que le dice que su padre vive, y juntos se ponen a investigar.
No hay dudas de que lo mejor de la película son las criaturas animadas, al punto de que los seres humanos parecen sobrar. Dentro de la surtida galería de Pokémon -se ven, aunque sea en cameo, unos sesenta-, los más queribles son los protagónicos, Pikachu y Psyduck. Quienes vean la versión subtitulada oirán a Ryan Reynolds poniéndole una cuota de gracia a este Pikachu parlanchín.
El resto es pura pirotecnia visual para realzar un refrito confuso, no demasiado atrapante y poco recomendable para mayores de doce. Después de todo, tal vez la cacería callejera de Pokémon fuera un mejor plan.