En consonancia con la realidad aumentada del juego para celulares Pokémon Go, en esta película, los pokémones "están entre nosotros". En realidad, entre los habitantes de Ciudad Ryme, donde los combates entre los bichos -eje fundamental de los videojuegos y series y películas animadas de la franquicia- ya no están bien vistos. La convivencia (en términos de impacto visual) entre los pokémones y los humanos es un prodigio y una de las dos mayores fortalezas de esta película. La otra son los diálogos de Pikachu, su contenido a veces humorístico, y el timing y la dicción que les imprime Ryan Reynolds desde su voz (en la versión original).
Lo que se vislumbra alrededor de los grandes logros visuales y del personaje de Pikachu son actuaciones con forma humana no muy convencidas y por eso poco convincentes; decorados que por momentos apuntan al policial negro, pero después se disuelven; una base argumental con evidentes puntos de contacto con Zootopia; usos y abusos de explicaciones para intentar encauzar inconsistencias; falta de brío para la acción; falta de tensión y de inteligibilidad para los enfrentamientos, y falta de integración y de pertinencia de los chistes-guiño "para los adultos". Y, sobre todo, el aplastamiento del interés y la casi milagrosa carencia de gracia que el director Rob Letterman ya había exhibido en Los viajes de Gulliver y El espantatiburones.