Scott Pilgrim vs. The World, Ready Player One o Wreck-It Ralph son ejemplos relativamente recientes de que se puede hacer perfectamente una película de videojuegos, pero cuando se trata de trasponer un juego existente a la pantalla grande, es una bestia completamente diferente. Tan es así que se suele hablar de la maldición de los videojuegos. Las pobres Super Mario Bros, Double Dragon, Street Fighter o Mortal Kombat parecen haber establecido un rumbo a comienzos de los ’90. Las consolas cambiaron, los juegos también, pero el patrón condenatorio al subgénero parece mantenerse firme. Tomb Raider, Resident Evil, Doom, Silent Hill, Hitman, Max Payne, Prince of Persia, Need for Speed, es larga la lista de títulos que han recibido su fallida adaptación cinematográfica a lo largo de estos últimos años, con verdaderas decepciones de aclamados directores como fueron Warcraft o Assassin’s Creed, que parecieron confirmar que no se puede hacer una digna película a partir de un videojuego. Sin que le sobre demasiado, podemos decir que eso cambia con Pokemon: Detective Pikachu.