Policeman de Navad Lapid es una película que se presenta de un modo, pero en su totalidad construye un discurso contrario a lo denotado, a la obvia lectura de la primera secuencia.
Rigurosa en su trabajo formal, es una obra de un fuerte contenido político, que en ese sentido puede tener diversas lecturas. Controversial, deja en claro que en los últimos años, luego del ascenso y consolidación del conservadurismo, la desigualdad en Israel llegó a extremos nunca sospechados. Pero al mismo tiempo, en tanto declama que las fuerzas de seguridad están fuertemente marcadas por cierta misoginia y racismo, el filme propone un recorrido maniqueo y simplista de supuestos extremos violentos existentes en esa sociedad.
Dividida en tres grandes actos, las presentaciones de los grupos sociales en pugna –la policía y un grupo de raros revolucionarios nuevos- y la resolución en el enfrentamiento, la película construye su desenlace a partir de un hecho absolutamente inverosímil. Todo lo que deriva de allí, lejos de ser el drama que Lapid pretende, no es sino una pobre farsa.
Sin dudas hay elementos interesantes en algunas escenas particulares que merecen ser revisados y que son los que cautivaron seguramente a parte de la crítica, tanto como al jurado del BAFICI. Sin dudas lo más interesante en ese orden es la absoluta teatralidad de la secuencia final, que despegándose de toda perspectiva realista y de pura acción, otorga otro sentido, mucho más político a la resolución. Sin embargo uno de los problemas es la coherencia del tipo de registro narrativo y el recorte sesgado que hace de los sujetos sociales que participan de ese “todo israelí” que el realizador pretende contar. Porque la universalización del conflicto interno, en este duopolio conflictivo “desigualdad social – violencia interna” es pobre, y porque además aquel que comenzó mirando críticamente a la policía como actor, no hace sino, sobre el final de la película, asumir como propias las posiciones más conservadoras posibles. Ideas como familia, piedad y orden son las que rigen la resolución.
De todos modos el realizador deberá explicar cómo es que los jóvenes llegan a donde llegan sin que nadie les impida el paso. Ese gesto caprichoso invalida cualquier otra intención de la película.
Por Daniel Cholakian
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