Dividiendo aguas
Dirigido por Nadav Lapid, Policeman (2011) se alzó en 2012 con el premio mayor del BAFICI despertando la polémica. Un film, que al igual que su estructura narrativa, viene a dividir las aguas y abrir un debate.
Policeman expone con un registro explícito parte de la violencia institucional de Israel. Partida en dos, la primera parte se concentra en el policía del título, que está a punto de ser padre e intenta, junto a otros colegas, despegarse de un caso de gatillo fácil.
Es interesante cómo el realizador Nadav Lapid concentra la composición del personaje en el tratamiento sobre lo físico, ya sea mostrando su erotismo a flor de piel, la relación tribal entre sus pares, y –finalmente- cierta “elementalidad” que bloquea la reflexión y opera como una conducta automática frente a la violencia. Que, en el fondo, lo termina construyendo como otro violento más dentro de una sociedad que rehúsa dialogar.
En la segunda parte, Policeman apela a la concreción de un secuestro perpetrado por un grupo de jóvenes idealistas, que buscan mediante las armas generar conciencia social. El final, previsiblemente, une ambos bando.
Es indudable la capacidad de Nadav Lapid por generar una justa dosis de tensión, pero el maniqueísmo en la construcción del bando anárquico es un tanto exasperante. Por otra parte, aquí no se trata de terroristas árabes, sino de israelíes contra israelíes: un punto de partida que sí es interesante. Policeman dividirá las aguas e invitará a la polémica. Bienvenida sea.