La bailarina que dio el mal paso
El viejo conflicto entre el sueño de los padres y el sueño que crece en la obediente hija se ve bien ilustrado en esta opera prima del coreógrafo Angelin Preljocaj y su esposa, la coreógrafa Valérie Müller, donde una rusita formada en la dura disciplina del ballet clásico busca su propio camino vagando por el extranjero. Sostenes visibles, Nastya Shevtzoda del Mariinsky de San Petersburgo, Jeremie Belingard de la Opera de Paris, los discípulos de Preljocaj en el Pavillon Noire de Aix-en-Provence, Juliette Binoche (que de joven supo ser bailarina), Aleksey Guskov, siempre serio, y el búlgaro Miglen Mirtchev como el padre cariñoso llevado a colaborar con la mafia.
Cierto que pueden reprocharse algunos lugares comunes, desniveles dramáticos, dos intérpretes de expresión desabrida (tan al gusto francés) y otras molestias, pero, en cambio se aprecia muy bien el esfuerzo, la perseverancia, la creatividad y la maduración de una bailarina, lo que tiene en común con otros jóvenes y su relación con los mayores y consigo misma.
Párrafo aparte, la nena Veronika Zhovnytska, la escena donde dos tipos de perfil, maravillosamente lombrosiano, interrumpen la felicidad hogareña y el modo sutil con que nos informan que el padre de la chica supo sacar provecho de esos tipos. Para interesados: esta película se inspira en la historieta "Polina", de Bastien Vives, a su vez inspirado en la bailarina clásica Polina Semiónova. Solo que la dibujó fea y orejona, detalles que los realizadores supieron corregir.