Los primeros cinco planos generales de Polina, danser sa vie son prometedores. Los edificios de una ciudad nevada confieren un contexto inmediato al relato. Las panorámicas fijas son precisas y contundentes. El espacio importa, la arquitectura también. De inmediato, el cuerpo todavía infantil de Polina, la joven protagonista que desde muy chica parece destinada a ser bailarina, es auscultada por los médicos que dictaminan si está en condiciones para una prueba de admisión a una escuela de danza dirigida por un bailarín exigente. Siempre es hermoso encontrarse con un film en el que el personaje se esfuerza por conquistar un arte y en el que seguimos las peripecias de una vocación que debe vencer inconvenientes diversos. La constitución del carácter es un tema apasionante.