Inanición espectral
Esa moda de hablar mal de las remakes de horror argumentando que en Hollywood a nadie se la cae una idea, por suerte, ya fue (o al menos quedó en los círculos que menos nos importan). Ese argumento falaz que ignora la heterogeneidad de los cineastas y productores que trabajan para las majors, tomó fuerza hace unos años con la invasión de los fantasmas japoneses. Sin embargo, y aunque para muchos sea una obviedad, corresponde aclarar que las remakes nos acompañaron a través de casi toda la historia del cine (aunque en los últimos quince años hubo más que en otras épocas), y también desde siempre se realizaron buenas y profundas reinterpretaciones tanto como pésimas. En este último grupo podemos ubicar a esta película menor que llega con la venia del héroe Sam Raimi; un tipo que a priori tenía la credencial más grandota para poder impulsar una historia que mezcla, como a él le gusta, cine fantástico –un poco con esa etiqueta horrible de “para toda la familia”- con elementos de cine de horror.