Clásico aggiornado
Las sinopsis oficiales aseguran que el director Gil Kenan y el aquí productor Sam Raimi "reimaginan" el clásico de 1982, pero lo cierto es que de "reimaginación" hay poco y nada. O sí, pero sólo a la hora de sumar efectos especiales donde antes no había y mutar el carácter sugerente y aterrador de la original por impacto.
Con media hora menos y más abocada al efectismo que a la construcción climática, Poltergeist, juegos diabólicos presenta una historia similar aunque aggiornada a estos tiempos: los Bowen se mudan a una casa baratísima producto de los remates hipotecarios post-2008 sin saber que en las profundidades de esa tierra subyace un viejo cementerio. Esto, que en la original se develada en el último tercio, aquí es puesto en palabras en la primera parte, esfumando así cualquier atisbo de intriga sobre las causas del fenómeno paranormal.
El fenómeno paranormal es, claro, la abducción de la hija menor de la familia por parte de los espíritus que anidan en una suerte de limbo a la espera de encontrar un camino definitivo, y que se manifiestan a través del televisor. Del televisor y demás aparatos digitales, todos ellos planos y en su mayoría portátiles, caracterizas que anulan la potencia del tubo catódico como espacio dramático.
Poltergeist, juegos diabólicos propondrá una estructura narrativa similar (abducción + presencia de espiritistas + intento de rescate), pero amplificada por las posibilidades digitales de ponerle imágenes al mundo de los espíritus, hasta llegar a un final ruidoso e ilustrativo en exceso, quitándole espacio a la imaginación del espectador y convirtiéndose en una película no necesariamente mala (Kenan tiene algunas ideas visuales interesantes), pero sí demasiado esforzada por encuadrarse en los cánones actuales del género.