Polvareda

Crítica de Emiliano Román - A Sala Llena

Western a la criolla.

Cinco maleantes asaltan una financiera y en el camino uno muere producto de los balazos recibidos en el robo, luego en plena agonía matan una vaca y se hacen un regio asado. Así arranca la ópera prima de Juan Schmidt y nos da un indicio de cómo será el film que presenciaremos. Un western contemporáneo y pampeano, con reminiscencias a Tarantino y Kitano (mucho menos vertiginoso y adrenalínico), donde lo absurdo y desopilante le aportan cierta cuota de humor a lo criminal y tal vez repudiable.

El lugar que eligen para esperar los pasaportes que los hará cruzar la frontera es Polvareda, un pueblo perdido que parece detenido en el tiempo, pero justamente es el lugar de origen de dos hermanos que conforman la banda. Allí serán reconocidos por el comisario, y el pasado que se intenta olvidar retorna y denuncia que es más presente que nunca.

Lo que parece ser una historia de tiros y acción, es un viaje introspectivo a cómo sobrelleva el grupo la espera de esos benditos pasaportes, en medio de una clandestinidad y el reencuentro con un pasado que los trasladaría a un futuro más prometedor. Somos testigos de cómo El Chino, El Mudo, El Gordo y El Facha, cuatro socios, con rasgos de personalidad bien marcados y distintos, juegan un picado, se meten en una pileta con agua no muy limpia y andan en tractor como niños, pero también tienen rispideces y meten la pata en más de una ocasión. Estamos ante un relato que se centra en abordar la dinámica grupal pero sin dejar de lado motivos clásicos del western como el comisario del pueblo y su ayudante inexperto (que intentan agarrar con las manos en la masa a los malhechores), la banda sonora de estilo country y la fotografía de un paisaje rural con esplendorosos crepúsculos, todo ayudado por las sólidas interpretaciones de los cuatro actores que conforman la banda.

Quizás la secuencia de persecución y disparos parezca lo más flojo, asemejándose más a una parodia que a una escena de acción propiamente dicha. Allí la destreza de los protagonistas se transforma en torpeza, pero es probable que lo aparentemente desprolijo haya sido intencional porque es indiscutible el realismo conseguido; y no cabe duda de que tal vez en esta paradoja radique la habilidad narrativa del guión, logrando que la empatía se establezca con los villanos y el espectador realmente desee que en este caso no se haga justicia.

Schmidt viene a aportar un aire de frescura con este relato que se vale de una historia rural de delitos para sumergirse en la subjetividad de los forajidos y en las relaciones interpersonales, a través de un intento lúdico donde las coordenadas del tiempo y del espacio se entrecruzan por líneas divisorias casi invisibles.