A lo largo de su carrera cinematográfica David Cronenberg se ha interesado en imágenes y obsesiones basadas en la representación y metamorfosis del cuerpo humano en sus diferentes variantes, como la descomposición orgánica de modo alusivo a la desintegración de la identidad y del espíritu del ser humano. Sólo basta mencionar “La mosca” (1986) o “Scanners” (1981) como dos ejemplos de su estándar autoral.
Cronenberg, como ex estudiante de biología, opta por descubrir los cuerpos por dentro y juega con ese concepto de estética apuntando a mostrarnos las peores cosas que pueden sucederle desde un lado monstruoso.
En “Polvo de estrellas” hace lo mismo, pero desde un lugar satírico sobre la monstruosa industria del cine. Hollywood bajo la lupa acida de Crononenberg, similar a lo hecho por David Lynch en “El camino de los sueños” (“Mulholland drive”, 2001) en la que arremetía desde un costado más onírico y menos explícito, y es aquí donde Lynch hace la diferencia.
La realización de Cronenberg tiene dos líneas narrativas paralelas que terminan cruzándose. Habana Segrand (una gran Julianne Moore) es una actriz desesperada por volver a ser lo que era en el mundo de la industria hollywoodense, quien por recomendación decide contratar a Agatha (Mia Wasikowska), la que entabla una extraña amistad con un chofer de celebrities (Robert Pattinson). Por otro lado, aparece una caótica familia cuyo hijo, Benjie Weiss (Evan Bird), es una estrella adolescente que se encuentra superando adicciones prototípicas de los exitosos jóvenes de Hollywood, a lo Justin Bienber, y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack), una especie de gurú de la autoayuda muy vendehumo.
“Maps to thestars” es el título original de “Polvo de estrellas”, y es justamente eso, un recorrido por Sunset Boulevard desnudando todo tipo de perversiones en tono de comedia negrísima sin tapujos demostrando la libertad creativa que aún mantiene Cronenberg. Es que el cine de éste realizador canadiense siempre ha quedado al costado del camino de los cánones que propone la industria hollywoodense, considerado un cineasta marginal, al igual que su colega David Lynch.
Sin embargo, “Polvo de estrellas” más allá de sus aciertos, su mirada corrosiva, sus atrevimientos y sus grandes actuaciones, tiene un problema en la forma de señalar todos esos males que hay en la industria del cine. Brota cierta literalidad discursiva acerca de lo que se está revelando dentro de ese universo. Hay algo que se está señalado groseramente y que enfatiza sobre el desprecio hacia los comportamientos de esos individuos, porque más allá de que sea una especie de sátira y la sátira tenga ciertas reglas, apela a una crítica muy en primer plano.
Claramente, a pesar de estos defectuosos subrayados la película mantiene un atractivo ligado a esa libertad que posee toda obra de Cronenberg. Es que, aunque suene conformista, es preferible un Cronenberg sermoneándonos a muchos otros directores que pretenden emular a la marca autoral de éste realizador.