La hoguera de las vanidades
La última genialidad de David Cronenberg confirma que el director canadiense, más allá de trabajar con estrellas de Hollywood, aborrece todo lo relacionado a la meca del cine. La historia es un melodrama en su estructura, pero contado con la sordidez habitual del realizador de Festín Desnudo (Naked Lunch, 1992).
El relato comienza con Agatha Weiss (Mia Wasikowska) llegando en micro a Los Ángeles. En ese universo habitan las estrellas de Hollywood Havana Segrand (Julianne Moore), Benjie Weiss (Evan Bird) y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack), tan ambiciosas como decadentes, cuyos anhelos de fama terminan atrapándolos en un espiral de adicciones, relaciones nocivas y pasados trágicos que los condenan.
En el medio aparece la familia que conforman los Weiss, en apariencia normal, que esconde varios secretos oscuros. A ella llega Agatha, la extranjera según la estructura tradicional del melodrama, a perturbar el orden familiar y desatar la tragedia. Cronenberg construye su relato por capas, haciendo un extraño paralelo entre el mundo de glamour y el descenso a los infiernos de sus personajes. Para visualizarlo desarrolla una extraña historia de fantasmas que refleja, entre otras cosas, la hipocresía del ambiente.
Lo interesante de Polvo de estrellas (Maps to the Stars, 2014) es que la película, dirigida por otro director, podría tratarse de un melodrama moralizador. Nada más lejos de eso, Cronenberg utiliza la oscuridad del ascenso a la fama para incursionar, una vez más, en el lado tenebroso de la mente humana.
Aquí, como en varios episodios de su obra, el director realiza un detallado trabajo sobre los cuerpos y su deterioro físico y moral. Las relaciones de poder actúan sobre ellos, desde el terapeuta que interpreta John Cusack y su método de relajación con Havana, pasando por las escenas de sexo mecánico (siempre denotando dominio antes que placer), hasta las marcas en el rostro de Agatha, que escenifican señales del pasado y de su posterior destino. La violencia ejercida entre personajes alude siempre a dos cuerpos confrontando, friccionando entre sí, corporizando los miedos personales.
Los films del realizador de Un método peligroso (A dangerous method, 2012) siempre conllevan una polisemia de significados y Polvo de estrellas no es la excepción. Por tales motivos es una obra única en su especie, cínica en su crítica a Hollywood, llegando a límites insospechados y corrosivos sobre el mundo detrás de la industria del espectáculo.