Psicóticos del espectáculo
La última película de David Cronenberg, Polvo de estrellas, explora la locura del mundo de Hollywood.
En El camino de los sueños, David Lynch ya había señalado magistralmente el nudo secreto entre la psicosis y el mundo del espectáculo. La famosa fábrica de sueños físicamente situada en Hollywood incita al delirio.
El gran David Cronenberg vuelve sobre el mismo tema, en una película menos compleja y misteriosa, acaso prosaica y despareja, que remite tanto a la locura del filme de Lynch como también, por momentos, a la degradación moral de las películas de Todd Solondz, con registros emocionales quizás no del todo compatibles con la sensibilidad del director de Spider.
La fauna de personajes de Polvo de estrellas sintetiza una comunidad y un estado psíquico: una actriz exitosa llamada Havanna Segrand desea encarnar a su madre (una vieja estrella de cine) en una futura película; una joven llega de Florida (o de Júpiter) al corazón de la industria para encontrarse con Carrie Fischer, a quien conoció por Twitter; más tarde, trabajará como asistente de Havanna, aunque el filme revelará que tiene una agenda secreta; y un gurú del bienestar espiritual y su esposa cuidan obsesivamente la carrera de su pequeño hijo actor, un cretino de unos 15 años que gana millones de dólares por semana en la televisión y mira el mundo como si se tratara de un chiquero.
Todos estos personajes estarán ligados entre sí por motivos distintos y, como entidades de un axioma, paulatinamente les tocará su turno para encarnar el malestar narcisista de los millonarios del espectáculo. Algunos alucinan, otros desconocen el límite de sus caprichos, todos sufren y el egoísmo es un gen dominante.
¿En qué mundo viven las estrellas? Cronenberg descubre una galaxia abstracta. Desde la arquitectura y el decorado de interiores hasta los presuntos momentos de esparcimiento y placer, las estrellas viven en una realidad suplementaria sin puntos de fuga hacia lo real. El rumor del ambiente, los contratos y los traumas familiares constituyen la vida anímica de las estrellas.
Si bien algunos temas preferidos de Cronenberg, como el complejo de Edipo y el incesto, asoman cada tanto, es la abstracción como forma de vida lo que organiza la puesta en escena. El sonido de exteriores suele alcanzar un grado cero de existencia, una ecualización que implica concebir el espacio público como una mera figura de fondo sin peso específico. El sonido encuadra el espacio y potencia la abstracción.
Cronenberg no apela ni al desprecio, ni a la compasión. Se limita a contemplar a sus criaturas sumidas en un sistema abstracto en donde pueden existir en la medida en que son imaginariamente otras criaturas, lo cual es una forma más de abstracción. Es así como el entomólogo que rodó alguna vez La mosca mira con su cámara un mundo que conoce y al que pertenece. Lo ominoso acecha, los monstruos están en todas partes.