Como Titanic, pero en Pompeya y peor
El esquema del argumento resulta bastante trillado, y notoriamente calcado de otras películas de cine catástrofe, como la última Titanic de James Cameron: un muchacho de clase humilde se enredará amorosamente con una dama de alta alcurnia, festejada por un hombre miserable de alto rango y nivel socio-económico. Todo el contexto socio-económico se encarga de remarcar las diferencias de clase, pero el desastre natural alterará el desastre humano, haciendo el escenario propicio (aunque fatal) del encuentro de los enamorados.
De todos modos, este ni siquiera es el problema más grave en un film que ya de por sí exhibe pocas ideas (y las pocas, ni siquiera propias). El problema fundamental del relato es la increíble previsibilidad en todos los aspectos posibles de la narración. Es cierto que este tipo de anécdotas constitutivas del cine catástrofe son una crónica de un desastre anunciado: el Titanic se va a hundir, el Vesubio va a explotar, etc. y todo ello el espectador ya lo sabe. Pero aún en estos casos, las catástrofes no son todas iguales en magnitud, y en esto Titanic sale ganando: el naufragio del Titanic dejó sobrevivientes, y ello hace posible mantener cierto halo de incertidumbre en torno al desenlace. Esto no es posible en el caso de Pompeya, dada la magnitud del evento y la desaparición completa de la villa bajo el mar de lava. Por lo tanto, quien se arriesga con una historia semejante debe saber que tiene entre manos el equivalente de una caída libre desde 1000m de altura y sin paracaídas: no sólo un problma previsible, sino también un desenlace necesario.
Cuando la contextualización de la historia es tan marcadamente previsible, resulta neceario diseñar elementos compensatorios: crear ambigüedades, incertidumbres, líneas de acción imprevistas, etc. Nada de esto sucede en el film. Perfectamente se podría haber desarrollado una serie de líneas, incluso verosímilmente sugeridas por el escenario, como ser diseñar un levantamiento de la Villa ante la indeseable presencia romana; diseñar un golpe contra un emperador aparentemente corrupto, etc. Hacer tal, hubiese significado quitarle peso a un desenlace tan categórico. Pero al haber elegido darle hegemonía a la historia de amor entre Milo y Cassia, y sobre todo al haber diseñado personajes tan marcadamente unidireccionales, la narración no puede ser otra cosa que una caída libre.
Debe decirse, no obstante, que el relato no llega a aburrir, manteniendo un ritmo decente, y que los efectos visuales son impresionantes.