Sin camino Por el camino (2012), el primer largometraje de Charly Braun, es la historia de un encuentro azaroso que tiene como fondo los paisajes más exóticos de Uruguay. Sin embargo, ese mismo azar sucede con tanta simpleza y de manera tan automática y estilizada que vuelve la película en una aventura que, más que generar un encanto por enmarcarse en ella, se va debilitando por empujar el argumento hacia lo más previsible en su afán de querer registrar los espacios naturales. Santiago (Esteban Feune de Colombi) es un argentino que, después de la muerte de sus padres en un choque automovilístico, tiene que viajar a Uruguay en busca de un terreno que heredó. En el momento que llega y se alista para empezar su travesía, se encuentra de manera accidental con una belga de nombre Juliette. Como cada uno tiene que ir por el mismo camino deciden ir juntos. Así es como empiezan como dos extranjeros, pues sólo se comunican en inglés, a recorrer el Uruguay más misterioso y desconocido. La película tiene distintos enfoques desde lo más documental y la misma ficción, pero el exceso de mezclas (como la fuerte presencia de música para resumir escenas, el uso de la entrevista o las ganas de registrar un evento fortuito que puede ser desde una fiesta hasta un charla entre amigos) hacen que la película sólo parezca la grabación de unas vacaciones agradables. Aunque no se puede negar que el estilo de mover la cámara y los planos cercanos y las imágenes en general, son muy loables, dándole gran atractivo al filme. Y por más que la construcción de los personajes sea el vagabundeo y la sorpresa del amor, hay mucho facilismo que quita la tensión de lo que va surgiendo en la relación de ellos. Y eso puede suceder porque el personaje de Santiago no vive de manera muy intensa su conflicto. Y Juliette (interpretado por Jill Mulleady y que es el personaje más interesante y llamativo por el enorme misterio que encierra) no es tan aprovechada salvo para producir tensión erótica. Los paisajes, indudablemente, le aportan a la película, pero no logran un equilibrio o desequilibrio (el cual les dé a los paisajes mayor importancia) porque se quiere mencionar muchas cosas. Incluso hay pequeñas escenas donde se quiere reflejar lo que está imaginando Santiago, pero luego éstas desaparecen. Y aunque suene paradójico, la película no es que no sepa qué decir o a dónde quiere llegar, todo lo contrario: las escenas y situaciones dejan en claro lo que se quiere conseguir (por más que sean resoluciones previsibles). El problema es que al final queda la sensación de que faltó camino por recorrer.
Para imaginar adónde ir en las vacaciones Ideal para descansar de problemas e imaginarse a dónde ir en las próximas vacaciones, en esta película casi todo es simpático, agradable, prácticamente sin conflictos, con lindos paisajes y atractivos refugios. El argumento es lo de menos: un joven argentino viaja a conocer un campito de los padres en el norte uruguayo, conoce a una chica belga que viaja a la casa de un amigo, recorren distintos lugares, se desvían, se duermen en distintos lugares, se distancian por una rubia brasileña, se desencuentran, se reencuentran, y llegan al puente que conduce al campito. El tour abarca el puerto de Montevideo, el palacio Salvo, gemelo del Barolo, el Hotel Argentino de Piriápolis, la estancia La Peña Blanca, con su particular castillo, Punta Colorada, Villa Serrana, Rocha, un cementerio de autos, una feria rural, noches de música suave, un vernisage, una playa, en síntesis, una linda variedad de lugares que caracterizan los partidos de Canelones, Lavalleja, Minas y Maldonado. Y en ellos, el ex director del Archivo General de la Nación Abelardo García Viera haciendo el personaje de viejo perdido entre los papeles, el artista plástico Hugo Arias en una finca tranquila y preciosa, músicos, hippies, un criollo solitario con sus 16 perros, un recitador centenario (consultado, dice recordar tantos versos «porque la tengo a la memoria conectada al sentimiento») y, ya que estamos, entre tanta gente linda de pronto cae de visita la mismísima modelo inglesa Naomí Campbell, y se pone a charlar. Ella y la rubia Guilhermina Guinle son las únicas figuras profesionales que vemos en pantalla. Los protagonistas son intérpretes no profesionales, más dedicados a otras artes, y los demás son, simplemente, gente que van conociendo por el camino, y que da gusto conocer. Cada tanto se oye algún tema de Kevin Johansen, Donovan, etc., y mejor todavía el cuarteto Zitarrosa de guitarras y el negro Bola de Nieve con su hermosa versión del bolero «Tú me has de querer». Pequeña pena: en la finca tranquila y preciosa ahora han puesto un hotel. Y anticipo: la película no lo dice, pero el puente a medio hacer que vemos al final lo van a terminar, porque del otro lado Eduardo Costantini está haciendo un country. Autor de tan amable paseo, Charly Braun, también autor de cortos como «Do mundo nao se leva nada». Por lo que parece, un tipo que sabe vivir.
Publicada en la edición digital #244 de la revista.