“¡Por fin solos!” de Fabrice Bracq. Crítica.
Escapar de las responsabilidades.
Marilou y Philippe están a punto de jubilarse y de realizar su sueño: vivir bajo el sol de Portugal. Pero su familia tiene otros planes para ellos. Por Bruno Calabrese.
¿Se acaban las responsabilidades cuando uno se jubila? ¿Es real que que al dejar de trabajar puede cumplir los deseos postergados por las obligaciones laborales y familiares? A Marilou (Michéle Laroque) y a Philipe (Thierry Lhermitte) parece que esas preguntas esas dudas se están disipar. Ambos llegan a los 62 años de edad con las energías a pleno y la jubilación les dará la chance de cumplir sus deseos de vender todo e irse a vivir a Portugal. Pero lo que parece fácil no lo es tanto y cuando el sueño se está por cumplir, distintas circunstancias familiares harán que la situación se dilate y la desesperación de la pareja vaya en aumento.
La película se nutre de una familia disfuncional para darle humor: un hijo periodista deportivo que oculta su homosexualidad, sobre todo en un universo masculino como el futbolístico . Su esposa, una decoradora que lastima a Marilou con comentarios hirientes. Su otra hija, una mujer hiperquinética, cuyo marido sumiso y algo descomprometido con las responsibilidades provocará en ella replantearse esa relación.
La película no es pretenciosa y cumple lo que se propone: entretener y pasar el rato. De manera fresca y con una lograda púesta en escena. Lumínica, colorida; con algunos gags graciosos y situaciones absurdas, logra generar empatía con los personajes. Transmite cercanía con algunas circunstancias de la vida común, como donde ubicar a los hijos un día de huelga escolar cuando los padres tienen que ir a trabajar. Ahí es donde sobresale el desenfado y la gestualidad de Michéle Laroque en cada escena, una abuela que trata de huir de la responsabilidad de cuidar a sus nietos y hará lo posible para que eso no ocurra.