Otra comedia de enredos menores con un matrimonio de jubilados franceses con mucha, mucha plata. El molde de ¡Por fin solos! resulta conocido porque ha sido usado varias veces antes, casi siempre mejor. Nada malo con una película limitada a replicar fórmulas gastadas. El problema es cuando esa replicación se hace a desgano y de modo automático, apelando a chistes que parecen sacados de un programa de la televisión argentina de los años ’90.
Basada en un libro de Guillaume Clicquot,¡Por fin solos! tiene como protagonistas a Philippe (Thierry Lhermitte) y Marilou (Michèle Laroque) y arranca en los últimos días laborales de la mujer. Luego, piensan, vendrá la jubilación y un merecido retiro panza arriba bajo el sol de Portugal, un plan que empezará a peligrar cuando sus hijos –uno de los cuales anuncia su paternidad el mismo día que ellos pensaban anunciar su viaje– quieran usarlos para cuidar a los nietos. Pero a Philippe y Marilou el plan no les satisface demasiado y, por lo tanto, harán lo imposible para liberarse de la familia.
El director Fabrice Bracq no tiene mucha imaginación para pensar de qué manera podrían hacerlo y se limita a acumular, con poca eficacia humorística, situaciones que filma con las formas más perezosas de la comedia televisiva. ¡Por fin solos!, entonces, ofrece poco más que humor gastado, de salón y reiterativo (hay cuatro chistes sobre un aparato que llama automáticamente a los médicos ante una emergencia), una casa de lujo para deleitar a la cámara y un matrimonio en lucha por lo que ellos piensan que es la libertad.