Nada es lo que parece
Muchas veces aquello que se desea no es finalmente lo que se consigue y a los protagonistas de ¡Por fin solos! (Joyeuse Retraite!, 2019), comedia francesa suceso en su país de origen, les pasa un poco eso, cuando encuentran el oro al final del arco iris, el mismo se desvanece rápidamente y su brillantez se opaca.
El título original, feliz jubilación, apunta sólo a una parte del retiro que Marilou y Phillippe (Michèle Laroque y Thierry Lhermitte) se proponen a los pocos minutos de iniciada esta comedia de enredos y equívocos, la que, dirigida y guionada por Fabrice Bracq (Papa Dans Maman, Le monde du petit monde), un realizador que hace del cotidiano un universo particular para crear narraciones dinámicas y entretenidas, tiene puntos en común con varias películas que disparan sus historias a partir de la jubilación de sus protagonistas.
En el comienzo Fabrice Bracq nos presenta a los dos personajes centrales, los describe detalladamente, en su mundo de clase alta, con problemas de ricos, y enfatiza en cómo este matrimonio ansía profundamente dejar todo y lanzarse a Portugal a descansar. Pero siempre que hay algo tan deseado, obviamente, esto es cine, del otro lado tiene que haber un gran obstáculo o problema, aquí encarnado por su familia, tanto por su descendencia, como también por su precedencia, que viven agobiándolos con tareas, con pedidos, con reclamos, con cosas que no desean más hacer y que atestan sus agendas.
Entre mentiras y ocultamientos, el guion, hábilmente, hace cómplice al espectador, quien será el único que sabrá los pasos a seguir de la dupla complejizando cada vez más la acción a partir de la incorporación de los personajes secundarios y satélites: Un hijo conductor de televisión con algunos secretos, una hija con familia y niños pequeños que necesitan del matrimonio para seguir adelante con su vida, y la madre de Phillippe, una octogenaria en pleno uso y condición de sus facultades, pero que de buenas a primera sufre una recaída y termina por deshacer los planes del matrimonio.
Todos estos personajes, cada uno con sus particularidades, deslizan ideas en ¡Por fin solos!, sin subrayados sobre la vida actual, lo efímero de los vínculos filiales y amistosos, la mentira en las redes sociales, el paro en Francia, entre otras. Si bien hay algunos conceptos lamentables, como “toda la gente que trabaja en televisión es gay”, que dice al pasar Marilou sobre su hijo, la frescura del relato, la lograda puesta en escena, la utilización del exterior como campo de batalla, potencian la esencia de la película, que necesita complicidad con los espectadores para jugar e imaginar el futuro de cada uno, ya sea en Portugal, Francia, o Buenos Aires, con o sin familia, pero con la convicción de exigir lo mejor para los últimos días.