Sobria ejecución y matices para una propuesta que pone la denuncia adelante de todo.
La pedofilia en el seno de la Iglesia Católica es una controversia que está muy lejos de dejar de ser pública. Sobre todo cuando son más y más las voces que se atreven a denunciar el abuso de confianza, la violación (tanto física como mental), la complicidad y, en definitiva, la impunidad. François Ozon toma tres de estas historias como base para ir más lejos en Por Gracia de Dios.
Denuncia e Introspección
Si bien Por Gracia de Dios cuenta varias historias, no podemos decir que sea una historia coral, o una con un protagonista definido con dos subtramas ocupadas por sus coprotagonistas. Es, de hecho, una historia donde cada protagonista se pasa la posta de la historia, conociéndose y hermanándose en el proceso.
Ozon pasa un tiempo considerable con cada uno de ellos, dándoles plenitud de desarrollo como individuos antes de dárselo como grupo.
Esta modalidad narrativa tiene un por qué, y es el claro deseo de Ozon de privilegiar el contenido, el tema de fondo, por sobre la forma. La estructura base está presente solo a modo de claridad, de seguimiento, pero no es por ello descuidada. Cada escena lleva a la siguiente y ese ritmo es el que contribuye a que las dos horas y veinte minutos de su duración se perciban moderadamente llevaderas.
En cuanto a cómo Ozon ilustra las vivencias que llevaron a los protagonistas a este punto, lo hace con una sutileza cargada de significado. Donde la imaginación del espectador llena los espacios. Una acción tan sencilla como un niño entrando a un laboratorio fotográfico adquiere ribetes perturbadores. Una perturbación que va de la mano con las escenas donde cada una de las víctimas relata el incidente a las autoridades.
Todo lo que necesita Ozon para ilustrar su punto y conmover al espectador es posar un primer plano sobre su intérprete, dejando que la expresividad en su relato acongojado tome las riendas de la acción.
Cuando decimos que Ozon se anima a ir más lejos en su relato, es que no se limita al claro objetivo externo que implica llevar a estos sacerdotes a la justicia. El cambio, lo que hace que Por Gracia de Diostermine en un lugar distinto del que comenzó, radica en dos cuestiones fundamentales:
Por un lado, tiene el valor de ilustrar cómo las víctimas de abuso, sin contención ni defensa, pueden llegar a convertirse ellos mismos en abusivos. Por ejemplo, en una escena, uno de sus protagonistas tiene una entrevista televisiva en su propio hogar. Cuando el equipo televisivo se retira –no sin antes felicitarlo por lo valiente de su denuncia–, su mujer tiene un ataque de celos respecto de la entrevistadora y este protagonista le responde con un golpe. Ese deseo de no santificar tanto a uno de sus protagonistas no es solo un acierto en cuanto a multidimensionalidad, sino que enfatiza el valor de denuncia del que parte la película para empezar.
El otro punto de multidimensionalidad igual de importante, igual de valiente, es cómo queda la relación de estos hombres con la iglesia con total independencia del resultado jurídico. Donde incluso con la hermandad que significa haber atravesado la misma tragedia y a manos del mismo hombre, los desacuerdos se presentan en cuanto a lo que cada uno cree es lo que expresa más sólidamente su coherencia ideológica. Si apostatar en un acto de desacreditación a una institución o mantenerse en el seno de la misma para poder atacarla desde adentro. Es uno de esos debates tremendamente difíciles –y por ello reales– porque uno siente, al menos como espectador, que comprende por qué los personajes eligen esos caminos.