Esta comedia en la línea de La familia de mi novia se extiende más de lo aconsejable, pero compensa con buenos intérpretes y algunos pasajes inspirados.
¿Por qué él?
John Hamburg fue guionista de múltiples comedias (incluida la saga de Zoolander) y de La familia de mi novia. Este último dato no es menor, ya que esta nueva película como escritor y director puede verse como un reciclaje de aquel film de 2000 con Robert De Niro y Ben Stiller.
En este caso, los opuestos en pugna son James Franco (como un multimillonario diseñador de videojuegos de Silicon Valley) y Bryan Cranston (el padre de la novia). Laird es un muchacho sin filtro, capaz de decir (y hacer) lo menos indicado y de la peor forma. Ned, en cambio, es un tipo recto y conservador, que además ve cómo su imprenta se está yendo a pique.
Tras una accidentada comunicación por Skype en la que Laird aparece desnudo, Ned y su esposa (Megan Mullally) deciden ir hasta California para controlar un poco qué hace su hija Stephanie (Zoey Deutch). Se les une el hijo adolescente (Griffin Gluck), quien no tardará en empatizar con Laird, un joven un poco estúpido, pero de buen corazón, torpe cultor de la new age y dispuesto a todo para conquistar a sus ¿suegros?
El realizador de Mi novia Polly y Te amo, hermano concibió la película con ayudas varias de Jonah Hill, Shawn Levy y Ben Stiller. El resultado no es malo, pero tampoco tan sólido como podría haber sido. Los intérpretes están en general muy bien y hay varios pasajes inspirados (sobre todo cuando se apuesta al delirio a-la-Judd Apatow), pero -en una situación infrecuente para la comedia estadounidense- casi todas las escenas (y el metraje final) se estiran demasiado. Cada gag dura un poco más de lo aconsejado y, así, las casi dos horas pierden frescura y contundencia. El disfrute, por lo tanto, termina siendo menor al esperado.