John Hamburg dirigió Mi novia Polly, pero para hablar de su última película es más conveniente remontarse a su trabajo como guionista de La familia de mi novia y sus dos (bastante más flojas) secuelas. ¿Por qué él? parte casi de la misma idea, al punto tal de que si no se tratara del mismo guionista y no estuviera involucrado Ben Stiller en la producción, podríamos pensar en un plagio.
Pero se trata de un autoplagio con una vueltita de tuerca: acá no es el novio el que va a visitar a la familia de la novia, sino que es la familia de la novia la que va a visitarla a la casa del novio; y no es el novio quien resulta avasallado por la personalidad intimidante de su suegro, sino al revés. Detalles, enroques de personajes, no mucho más.
Ned Fleming (Bryan Cranston) es un padre de familia chapado a la antigua, dueño de una imprenta que está a punto de entrar en bancarrota (¿quién usa papel hoy en día?) y cuya hija perfecta y mimada que estudia en Stanford, Stephanie (Zoey Deutch), lo invita a pasar la Navidad a California para conocer a su nuevo novio. Ahí va el pobre Ned junto a su mujer Barb (Megan Mullally) y su hijo adolescente Scotty (Griffin Gluck).
En California se encuentra con que el novio de la nena es un magnate de la informática que vive en una mansión repleta de mayordomos y dispositivos electrónicos. Laird Mayhew (James Franco) es un tipo demasiado extrovertido y malhablado que choca contra la personalidad reservada de Ned. De ese choque debería surgir la comedia.
El problema es que más allá de que Cranston y Franco son muy simpáticos y que ahí están la siempre eficiente Mullally (la recordaremos como Tammy Two en Parks and Recreation) y un par de secundarios (se destacan Zack Pearlman y Keegan-Michael Key, desaprovechado está Cedric the Entertainer), la cosa nunca termina de levantar vuelo. Los pequeños cambios que hay acá respecto de la idea original de La familia de mi novia resienten el producto final (un poco como pasó con las secuelas de esa misma película). Siempre va a tener más potencial un suegro amenazante que un yerno maleducado. La película nunca logra despegarse de un Franco en cuero diciendo “fuck” todo el tiempo y un Cranston en plan Javier Portales en El manosanta. Pero al personaje de Franco le falta la picardía de Olmedo, que miraba al público detrás de sus lentes buscando complicidad, y en cambio es un ingenuo sin filtro pero con buen corazón.
Aún así la película consigue un par de momentos graciosos, aunque eso depende mucho de si uno está dispuesto a reírse con los chistes de pedos y sexo a los que nos tienen acostumbrados las películas de este grupo de amigos (Jonah Hill es el autor de la historia). Cuando pasa la irritación inicial y ya nos resignamos a que estamos viendo una sombra muy pálida de La familia de mi novia, ¿Por qué él? tiene un par de situaciones efectivas que bien podrían pertenecer a un sketch de Hugo Sofovich. Digo esto en favor de la película y no en desmedro de Sofovich.