LA DE CRANSTON Y JAMES FRANCO, NADIE RECORDARA SU TITULO
La sociedad que conformaron Bryan Cranston, James Franco y John Hamburg nos interesó desde el vamos: el director cierra con ¿Por qué él? su trilogía de comedias que había empezado con la exitosa Mi novia Polly y continuado con Te amo, hermano. La historia es bien recurrente: suegro no acepta yerno. De todos modos, quien fuera también el guionista de La familia de mi novia propone aquí algo distinto: el uso de la tecnología como elemento principal de la comicidad. Laird (Franco) la pegó con un videojuego y es rico, mientras que el padre de su novia, Ned Fleming (Cranston), está por quebrar con su imprenta; en el medio estará la aceptación familiar y un pedido de matrimonio precoz.
El personaje femenino en disputa queda relegado, ni sale su nombre en el cartel de la película. Termina siendo todo entre Franco y Cranston que, a pesar de alcanzar un alto vuelo en los pasajes finales, no saben retroalimentarse de los personajes secundarios. Es una pena, porque hay algunos muy interesantes (por ejemplo, el mayordomo) que jamás crecen o los dejan crecer. La hija soñada de Cranston y novia de Franco -que actúa en gran parte de sí mismo- atravesará ciertos dilemas éticos en medio de lo bizarro e inmoral.
Pese a garantizar el entrenamiento, el guión de ¿Por qué él? no es nada virtuoso y se guarda toda la artillería de gracia para el final. Hay chistes moralmente incorrectos de todos colores, desde nuevas etimologías del porno hasta burlas interminables sobre el arte contemporáneo. Está propuesta como una comedia romántica pero se convierte, y muy rápido, en un duelo entre los protagonistas para ver quién se sale con la suya.
Es interesante cómo la película está contada desde la óptica de los millennials: en un ágape a la familia Fleming, los amigos de Laird le aconsejan al hermano menor que ya se ponga en autos con la programación, que es el futuro, y otros le dicen a Ned que con su empresa de postales digitales seguramente sean los que lo dejen sin trabajo. Después aparece una banda de rock clásico que es sinónimo de juventud y fiesta, el menú principal.
La Navidad es el telón de fondo de esta particular reunión, aunque no cae en los clichés de la festividad, más bien sabe capitalizarlo en los momentos indicados. La música es intrascendente, salvo una canción conocida que le sirve de leitmotiv para ver si en la pareja en cuestión uno está hecho para el otro, o no.
Lejos de innovar como intuimos al principio con esta propuesta, Hamburg recurre a dos o tres fórmulas que repite hasta el cansancio. Apenas entretiene, por los protagónicos (al fin Cranston regresó a la comedia) y el papel picado de los geeks utilizados. No mucho más que eso.