Suegro y yerno, en pugna cómica
Bryan Cranston y James Franco hacen lo posible por sostener esta gastada comedia del director de "Mi novia Polly".
John Hamburg se hizo un nombre dentro de la llamada Nueva Comedia Americana gracias a haber dirigido y/o escrito Zoolander, Mi novia Polly y la saga de los Focker (que se inició con La familia de mi novia). Agotada esta última franquicia, ahora intenta hacer lo mismo pero con otro nombre: en ¿Por qué él? hay otra vez un padre (antes era De Niro, ahora es Bryan “Walter White” Cranston) que no aprueba a su futuro yerno (James Franco en lugar de Ben Stiller). Así que lo confronta, mientras el otro intenta seducirlo torpemente. Un argumento tan gastado como los recursos que despliega para causar gracia.
Una vez más, el yeite principal es el choque cultural: una formal, cortés, y anticuada familia de clase media se encuentra de visita en la mansión de un millonario, moderno y excéntrico gurú tecnológico. Esta es una película fechada en dos sentidos: es navideña (acá se estrena dos semanas tarde) y está plagada de referencias a la cultura pop actual (Game of Thrones, Kristen Stewart, las series de Netflix). Esos guiños son uno de los chistes infaltables en estas comedias industriales, tanto como los cameos de celebridades (hay un par, incluyendo algunos de personajes tan poco conocidos que hace falta que mencionen su nombre, como el empresario tecnológico Elon Musk).
A la fórmula, como de costumbre, también se le agregan un par de gags de humor físico (caídas aparatosas, tropezones y un homenaje explícito a las peleas entre Cato y el Inspector Clouseau en La pantera rosa) y una pizca de escatología (como en Mi novia Polly, Hamburg insiste con los inodoros). El problema no son los recursos en sí, sino que están forzados: parecen copiados de otras películas y pegados aquí sin suerte.
Lo más rescatable hay que buscarlo por el lado de la burla a la tiranía tecnológica, a la sobreactuación del ecologismo y la filantropía por parte de los magnates, a la sofisticación de la comida molecular. Y en Gustav (Keegan-Michael Key), el asistente del dueño de casa. Gracias a eso, la parte cómica se sostiene mucho más que la romántica, que carece por completo de interés y puebla a la película con cantidad de escenas de conflictos que aburren y alargan todo innecesariamente (dura casi dos horas). Da un poco de lástima ver a dos talentos como Cranston y Franco tratando de sacar adelante películas como estas. En fin: no siempre se puede protagonizar Breaking Bad.