El director de The Delta, Forty Shades of Blue, Keep the Lights On y Love is Strange ha sido desde siempre un favorito del circuito de festivales internacionales. Finalmente, llega a la cartelera comercial argentina con una entrañable película que combina dinámica familiar y conflictos preadolescentes con elementos de drama y comedia y un notable elenco encabezado por los pequeños Theo Taplitz y Michael Barbieri, acompañados por Greg Kinnear, Jennifer Ehle, Paulina García y Alfred Molina. Una joyita para no dejar pasar.
Por siempre amigos es la séptima película de Ira Sachs. Habitué de festivales internacionales y con algún estreno en formato hogareño como único antecedente en la Argentina, su nombre es prácticamente desconocido aquí. El primer estreno comercial de uno de sus trabajos es, entonces, de por sí una buena noticia. Y, si encima se trata de una película enorme, de esas que acompañan a sus personajes aun cuando no los entienda ni comparta sus decisiones, la noticia es todavía mejor.
El relato es disparado por la muerte del papá de Brian Jardine (Greg Kinnear, extraordinario). La relación entre ellos no era precisamente buena, pero igual le dejó un departamento en Brooklyn, oportunidad ideal para que los Jardine puedan alejarse un poco del caos de Manhattan. La herencia incluye también un local en la planta baja del edificio donde funciona un negocio de ropa y costuras a cargo de Leonor (la chilena Paulina García, reconocida internacionalmente por su protagónico en Gloria, de Sebastián Lelio). Ella, a su vez, tiene un hijo, Antonio, de la misma edad que el de los Jardine, Jake. Entre ellos iniciarán, más allá de sus diferencias culturales, económicas y sociales, una de esas amistades que marcarán a fuego sus vidas.
La película podría ser una comedia, un drama o un coming of age. El primer gran mérito de Por siempre amigos es no ser ninguna en particular. Reposado, por momentos incluso contemplativo, el relato irá avanzando o no según las acciones que atraviesen sus protagonistas, deteniéndose en situaciones pequeñas y cotidianas cuyas consecuencias se vislumbran menos importantes para el presente que para el futuro, como si Sachs entendiera que los quiebres de una vida suceden en medio del fragor de la rutina y sin que nadie los espere.
Claro que lo anterior no es el único motivo para el espectador empatice con el film. Los personajes son quizá los más parecidos a personas que se hayan visto en la cartelera en años, hombres y mujeres con dobleces, fragilidades, inseguridades y preocupaciones cercanas, propias de la clase media en la que se circunscribe el relato. Los chicos andan en los 11 ó 12 años, y así piensan y actúan. Los padres, bien entrados en sus cuarentas, también.
Película de profundas dimensiones humanas, Por siempre amigos es la consolidación de Sachs como una de las voces autorales más importantes y seguras del cine estadounidense. La oportunidad de ver Por siempre amigos en pantalla grande y en una sala oscura, entonces, no debe desaprovecharse.