Esta producción instala a la comedia italiana en terapia intensiva, luego de la mediocre “La hora del cambio” estrenada recientemente, invadiendo con un intento de comedia costumbrista, demasiado fallida.
Lo que intenta ser, o por lo menos así parece, una pintura de aquellos sujetos a los que el paso del tiempo no les cae nada bien, sin ser realmente representantes de su grupo etáreo mostrados de manera tan patética que no mueven a risa, sino a lamento.
Un grupo de mayores de medio siglo de vida, casi todos hombres, son burlados en una cinta que debería haber sido una sátira, pero no lo logra. Una de las razones principales a que esto ocurra lo encontramos en el guión y en el final “happy end” que promueve con todas y cada una de las historias que desarrolla de manera coral.
El filme abre con Diego(Lillo), un célebre DJ radiofónico de mediana edad que cada mañana se levanta cantando “We are young, we run free”, pero que, en realidad, convive con sus dolores de cuello y de cervicales y, por si esto fuera poco, es reemplazado por un conductor radial mucho más joven, aguerrido e inmensamente más inculto (Francesco Sole).
Giorgio (Fabrizio Bentivoglio) de 50 años de edad, (aclaración al margen, el actor era en la vida real un cincuentón arruinado al momento de la filmación, ya es un sexagenario), con una novia, Marika (Pilar Fogliati), que podría ser su hija y lo exprime hasta las cuatro de la mañana en las discotecas para luego funcionar a base de Dios sabe que, simultáneamente conoce una contemporánea suya más tranquila y adaptable corporalmente Stefania (Lorenza Indovina), apasionada de los discos de vinilo y de Bonnie Tyler con su opus de los ‘80´, “Eclipse total del corazón”.
A ellos se les suman las historias de Angela (Sabrina Ferilli); se pone en pareja con un veinteañero, Luca (Emanuel Caserio), situación que siempre critica a una de sus mejores clientas de su centro de belleza, pero la vida sorprende.
Por su lado Franco (Teo Teocoli) es un viudo sexagenario adrenalínico y deportista que no quiere renunciar bajo ningún caso a nada que le haga recordar su viudez, ni sus competencias acuáticas, de tenis o a su sus maratones, pero va a ser abuelo, anunciado por su hija Marta (Claudia Zanella) y Lorenzo (Stefano Fresi), su yerno, eso pondrá sus prioridades de cabeza.
Todo un “orfeón” de personajes en busca de inmovilizar la marcha del maldito reloj biológico.
El director, si bien no recurre al facilismo de criticar las tan mentadas cirugías estéticas, toma partido por hacer una pseudo representación de una forma de vida. Se instala en situaciones duales, tratando de imponer un humor, por momentos chabacano, por otros fatuos, siempre previsibles. Por lo tanto a la ausencia total de sorpresas, aburre. Toda una tragedia para una farsa.
Sólo los temas musicales elegidos, que si dan cuenta de una intencionalidad intertextual, pero evidente, aplicando en la nostalgia del espectador, sin golpes bajos por suerte, todo el resto es olvidable inmediatamente.
Buenas actuaciones, en realidad hacen lo que pueden con lo que les toco, sobresalen Sabrina Ferrelli y Stefano Fresi.
Por lo demás, muy lejos de lo que fuera la gran comedia italiana.