AYUDAME A VIVIR
El tercer film de Anahí Berneri es también el menos clásico de su filmografía. Sólido en su construcción e intenso en su dramatismo, Por tu culpa construye lentamente un espacio de ambigüedad y angustia que lo emparenta en más de un sentido con el melodrama, aun cuando en la superficie no lo parezca.
Por tu culpa es una de esas películas sobre las cuales es mejor no saber nada antes de verla. Invito a quien no lo haya hecho aun, a que lo haga antes de seguir leyendo esta nota. En los primeros minutos del film, el espectador, siguiendo la lógica de la mayoría de las películas que ha visto en su vida, creerá que la escena inicial será breve, que luego se producirá una elipsis que nos llevará “al otro día…” y que así seguirá la historia. Sin embargo, jugando con nosotros, la escena se extiende más de lo esperado y los espectadores no podemos alejarnos, elipsis mediante, hasta el día siguiente. La noche sigue y entramos sin darnos cuenta en la lógica claustrofóbica del film, que hará que el tiempo emocional se imponga como en una pesadilla, como en la exteriorización de todos los temores de la protagonista. El malestar de la mujer en relación con el afuera y con ella misma. Y en eso, sin duda, el film, que a pesar de sus suspenso cercano al policial no parece ser de un género en particular, se emparenta con el melodrama. Este género fue el que se ocupó, como no lo hizo ningún otro, de la mujer y sus conflictos, y fue desde ahí desde donde reflexionó sobre aspectos de la condición humana en general. Sólo en el melodrama se exploraba ese malestar, esa angustia. Sólo en el melodrama las madres, esposas, hijas y mujeres que trabajaban tenían un reflejo de sus conflictos. En Por tu culpa, la protagonista representa al típico personaje del melodrama. Fuerte y débil, independiente y dependiente, se desmorona poco a poco, cae en desgracia, el mundo se le viene encima. Hijos, marido, madre, médicos, policías, todos parecen ir reclamándole algo, pidiéndole una pieza de su ser, entrando en ese hueco gigante, en ese vacío que podría llamarse culpa, pero también angustia en estado puro. Julieta, la protagonista del film es un personaje totalmente cotidiano, real, verdadero, y la estética apuesta a respaldar esto, pero en Julieta asoman ecos de esas mujeres sufridas, esa heroínas fuertes caídas en desgracia, desde Libertad Lamarque –esto es explícito en el film– hasta Joan Crawford. Pero a diferencia de lo que ocurría en los films clásicos que estas actrices protagonizaban, en Por tu culpa el malestar alcanza a la forma y la angustia es justamente angustia porque no hay respuestas, porque Julieta no nos entrega un discurso que la reivindique, porque no se rebela, porque hasta el final de la historia sus palabras son ambiguas, su pasividad no nos permite tomar partido. Si bien la identificación con la protagonista del film debería se inevitable, la realidad es que como espectadores tenemos una barrera, y esa barrera es su propio silencio. Y como los demás personajes del relato, nos ubicamos en el espacio de la desconfianza. O, en realidad, nos hemos convertido en la protagonista y nuestra propia culpa nos lleva a creernos responsables de algo que no es culpa de nadie. Este mecanismo tan complejo es la explotación de un fenómeno cinematográfico, un conocimiento del inconsciente del espectador y su vínculo con el relato. El trabajo de dirección es el que va logrando colocarnos en ese espacio sin certezas, en esa noche que parece no tener fin, aunque sólo se trate de una película.