NI UN PUÑADO DE IDEAS
Néstor Montalbano ha desarrollado su carrera alrededor de algunos ejes interesantes: un humor que se atreve al delirio a partir de situaciones sencillas y cotidianas, el uso de un lenguaje cinematográfico cercano a las tradiciones del cine de los años 70 y 80 en una doble articulación que permite la cercanía a un público masivo al tiempo que una burla legítima al mismo y la recuperación de personajes / protagonistas que fueron o son referencias populares. Este estilo está presente en sus películas (con resultado diverso) y en su trabajo en teatro y televisión.
En Por un puñado de pelos colabora nuevamente en la tarea autoral con Damián Dreizik (guionista también de Pájaros volando) y los resultados son catastróficos. Lo malo que se había avizorado en aquella película, especialmente la falta de rigor narrativo y la apuesta excesiva en el gag, aquí se reproduce en la peor condición.
Una anécdota demasiado simple, un joven medio tonto y millonario desesperado por la falta de pelo, descubre de casualidad en un pueblo perdido un agua milagrosa que devuelve la cabellera perdida, es base para una serie de situaciones que se pretenden humorísticas. El permiso al delirio no debería ser –como lo es en esta película- una luz verde para proponer personajes “bizarros” y situaciones extremas y anacrónicas.
La película no hace de su estilo “berreta” una virtud, sino una carencia evidente y lamentable. Las situaciones están resueltas en la peor tradición del viejo sketch televisivo y la conclusión moral que resuelve la historia (todo se ordena al cumplir los mandatos de la tradición) quiebra la supuesta propuesta estética.
Nicolás Vazquez carece de todo talento actoral, está muy lejos de cubrir el registro que le aportó Diego Capusotto a las anteriores películas del mismo director y el protagónico le queda enorme. Rubén Rada es apenas una máscara inexpresiva y “el Pibe” Valderrama no encuentra su lugar en el mundo cinematográfico. En este sentido se nota la falta del carisma aportado en otras películas por Luis Aguilé, Horacio Fontova o el trabajo de actores como Capusotto o Luis Luque.
Carente de estructura dramática, de interés, de gracia y de una producción capaz de aportar a la resolución visual de la idea narrativa, Por un puñado de pelos es sin dudas la peor película de un realizador talentoso y creativo como Néstor Montalbano.
El crédito, de todos modos, está a su favor.
Por Daniel Cholakian
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