Ni tan calvo ni tan peludo...
La breve filmografía de Néstor Montalbano (cinco trabajos en 15 años) muestra que no hay punto medio: sus películas salen muy bien o salen bastante mal. Entre las primeras están las deliberadas apuestas por el ridículo y el sinsentido de Soy tu aventura y Pájaros volando, ambas protagonizadas por Diego Capusostto. La mezcla entre western austral y comedia grotesca de Por un puñado de pelos, en cambio, está entre las segundas.
El protagonista es Tuti Turman (Nicolás Vázquez), un joven millonario que trabaja en la oficina del padre y parece tener la vida resuelta, con la salvedad de su cabellera ausente. Cabellera que sí tienen los habitantes de una pequeña localidad del interior de la que es oriundo el portero del edificio, lugar donde hay una cascada con aguas supuestamente curativas. Enterado de las novedades, el antihéroe irá comprobar las bondades del líquido milagroso. Y funciona. Ni lento ni perezoso, Tuti se propone crear un negocio montando un centro de recuperación capilar, más allá de la negación de los lugareños.
El universo de Por un puñado de pelos es retorcido y poblado por seres que oscilan entre la caricatura y el ridículo: el cuñado del portero (Rubén Rada), su mujer (Norma Argentina) y, por sobre, todo el intendente de la pequeña localidad, interpretado por Carlos Valderrama. Sí, El Pibe, el melenudo y talentoso ex futbolista colombiano. A medida que avance la trama, la película se irá volcando más y más al absurdo, alcanzando el punto máximo con la llegada de un cantante a probar el milagro.
El problema es que Montalbano no termina de jugársela del todo por lo imprevisto y delirante, algo que sí hacía en Pájaros volando. Y si al sinsentido no se lo acompaña con sorpresa e imprevisibilidad, el resultado es indefectiblemente una película fallida y menor dentro de su filmografía como esta.