En el nombre del padre
"Yo no soy padre de nadie", dice en la primera escena de Por un tiempo Leandro (Esteban Lamothe), cuando se entera de que tiene una hija adolescente fruto de una relación fugaz de su juventud. La joven aparece en su vida de manera imprevista, en el momento en el que los planes ya están armados: el trabajo de Leandro en un estudio de arquitectura promete beneficios y con su esposa (Ana Katz) están esperando un bebé, mientras preparan su casita de clase media para recibirlo. En ese momento, él siente que una hija caída del cielo rompe todos los esquemas.
La película debut de Gustavo Garzón como director se hace preguntas sobre la paternidad (¿Padre sé es o se siente? ¿Cómo afectan pequeños actos la vida de una persona? ¿Cómo se construyen los vínculos de padres e hijos?) a través de ese triángulo que forma la pareja y la hija flamante de él que se instala en su casa cuando su mamá es internada. La chica es tímida, callada e introvertida. Y Leandro al principio no puede y luego no sabe cómo acercarse a esa desconocida.
El tema es complejo pero la manera de narrarlo intenta ser lo más sencilla posible, enfocada en detalles, pequeños diálogos, primeros planos que intentan ver qué hay detrás de los gestos cotidianos de esos seres. Mientras los personajes de Lamothe y de la joven hija (Mora Arenillas) son más contemplativos y silenciosos, el de Ana Katz le pone color, drama y hasta una necesaria bocanda de humor a la historia, sacando la solemnidad que por momentos tiñe el relato.
Si bien, sobre todo en la primera mitad del filme, el ritmo narrativo y la intensidad emocional del filme avanzan lento y con demora en conectar con el espectador, cuando el relato avanza retoma vuelo. En el debe, hay algunos excesos en la musicalización y cierta monotonía, subsanados por la nobleza de la historia, por la cintura para esquivar golpes bajos y por las sentidas actuaciones.