Como suele suceder en las guerras civiles, la violencia fuerza a millones de personas a dejar su vida en el campo y a mudarse a la ciudad con las manos vacías. Allí buscan rehacer su vida a la espera de la paz, o por lo menos una vida pacífica para ellos. Uno de estos desplazados, Porfirio, espera en el porche de su casa todos los días, postrado en su silla de ruedas con sus botas de vaquero y un teléfono celular colgado alrededor del cuello. Durante el día, vende minutos de celular a los vecinos del barrio mientras aguarda noticia de la pensión que le debe el Estado.