Una película que va dedicada a Ronald Melzer ya empieza bien. El fallecido crítico de cine y árbitro de fútbol uruguayo fue, tanto desde su videoclub en Pocitos, donde daba pequeñas clases magistrales a cada cliente, como desde las páginas de Brecha, una figura central de la difusión y el entusiasmo cinéfilos. En Porno para principiantes, de elenco y equipo uruguayo-argentino, es Aníbal (Nicolás Furtado) el que pide, detrás del mostrador, que los clientes rebobinen la cinta antes de devolverla, so pena de multa. Su amigo Víctor (Martín Piroyansky) está por casarse con Leticia (Nuria Fló), que es además su musa en los cortometrajes bizarros que dirige. Pero como no quiere vivir de su trabajo como cadete toda la vida, ni someterse a las humillaciones de su suegro, acepta un encargo para dirigir una película porno. Con Aníbal como productor y eventual protagonista, Víctor se pone a la tarea de hacer porno pero con pretensión artística. Mientras va cayendo a los encantos de la actriz principal, Ashley (la brasileña Carolina Manica).
Todo un plot que se relata como flashback: lo que le cuenta, años después, un Víctor devenido cura (el estupendo Roberto Suárez) a un chico en confesión. Que no se trate del mismo actor es uno de los varios caprichos del juego que propone el director, Carlos Ameglio, en esta comedia. En la que no todas las bromas funcionan igual de bien, sobre todo en la última parte. Hay, hasta que la película porno empieza a producirse, un desarrollo divertido, con ritmo, por momentos -y en gran medida gracias al woodyalleniano Piroyansky- desopilante. Pero, así como a su Víctor las cosas se le empiezan a trabar, algo parecido le sucede a la película, que por momentos flirtea con ponerse más seria, pierde ritmo, y termina acumulando información, con sus vueltas de tuerca, en los minutos finales, atolondrada y como con apuro. De todas formas, más allá de sus puntos débiles, Porno tiene la simpatía y la gracia suficiente como para hacernos pasar un buen rato. Con su homenaje al cine disidente y -en la línea de films como Be Kind Rewind, de Gondry-, a esos espacios de la nostalgia, los videoclubes, que habrá que explicarles a los millenials y centennials.