Al padre Simone, una mañana lo espera un joven y, suponiendo que quiere confesarse, va a su encuentro. Pero este le dice que lo busca por una película de exhibición condicionada que dirigió el ahora sacerdote en su juventud, cuando se llamaba Víctor Medina. Luego de la sorpresa, los recuerdos del cura lo retrotraen al Uruguay de los años 80, cuando iba a casarse con una novia que, a su vez, era protagonista de los cortometrajes independientes que él realizaba como un nada talentoso cineasta. Pero un amigo que trabaja en un videoclub le acerca a Víctor el proyecto que desea concretar el turbio dueño del negocio, un film para adultos con la actriz de sus sueños, que se convertirá en la versión explícita del clásico de terror La novia de Frankenstein. Para peor, Víctor se enamorará de la desinhibida protagonista.
Con una acertada reconstrucción de época el film hilvana la cinefilia de videoclub con una historia que busca el desenfado y cierta incorrección muy a tono con la comedia adolescente que nació en esos años ochenta y que tuvo a Porky's como máximo estandarte. Pero la comicidad está por debajo de una historia demasiado obvia y esperable y que, dentro del terreno del desparpajo, ha tenido ejemplos dignos de mención como Zack y Miri o Dos tipos peligrosos, pero que sale a flote gracias a Martin Piroyansky, Daniel Aráoz y, fundamentalmente, por la reflexión sobre la fantasía de filmar a cualquier precio.