Un viaje para hacer con barbijo
Ausencia de nombres rutilantes delante y detrás de cámaras, economía de medios, un relato más confiado en sí mismo que en el departamento de efectos especiales. Producida y filmada en Estados Unidos, la ópera prima de los hermanos Alex y David Pastor (Barcelona, 1978 y 1981) tiene todas las marcas de lo que alguna vez hizo de la clase B un laboratorio privilegiado del relato cinematográfico. De allí, seguramente, que el estreno de Portadores en Estados Unidos haya sido limitado: a la industria le gustan los efectismos y esta pequeña fabulita post apocalíptica no los ofrece. ¿Por qué entonces, si es tan buena, se la califica aquí con apenas un 6, nota correspondiente a un “aceptable”? Porque para ser realmente buena a la primera película de los Pastor le faltaría algo más de desarrollo. Así como le anda sobrando metáfora, en la última parte. Aun así es mucho más noble y genuina de lo que suele verse en cine semana a semana.
Un auto, una ruta, cuatro chicos y unos barbijos: con eso, estos nuevos hermanos cinematográficos (cuya originalidad reside en no ser mellizos) se las arreglan para mantener el interés durante buena parte de los 84 minutos. Como road movie viral podría calificarse esta fabulita en la que dos parejas huyen en busca de refugio, atravesando en auto –como lo hicieran Barry Sullivan en Carrera contra el destino y Kurt Russell y Kathleen Quinlan en Sin rastro– el desierto de Nuevo México. A diferencia de La carretera, no hacen falta flashbacks para saber que un colapso global tuvo lugar poco tiempo atrás. ¿Importa saber acaso de qué clase de virus de trata? Desde ya que no: al espectador le cabe asociarlo con los que conoce o puede imaginar, desde la gripe porcina al SIDA y los que vengan de aquí en más.
Lo que importa es cómo se las arreglan los protagonistas frente a la epidemia, y eso puede verse en la primera escena. En una ruta despoblada, donde todo es sol y paisaje raleado, un auto sobre la carretera interrumpe las bromas que los hermanos Danny (Lou Taylor Pucci, visto en Fast Food Nation y Southland Tales) y Brian (Chris Pine, de la última Viaje a las estrellas) y sus novias (Emily VanCamp y la gran Piper Perabo) intercambian a bordo de un Mercedes. Un hombre pide un poco de nafta, y en el asiento del acompañante tiene a su hija enferma. Todos están de acuerdo en ayudarlo. Menos Brian, que no se muestra dispuesto a dejarse contagiar por excesos humanistas. En la escena siguiente serán ellos los que necesiten ayuda, y en kilómetros a la redonda los únicos que se la pueden brindar son el padre y su hija, que tal vez estén contagiados.
Que las fábulas virales son primas hermanas de las películas de zombies últimamente lo recordaron Exterminio y [REC]. Portadores lo ratifica. Pero –una vez más– con economía de medios: no se trata de sumar atacantes contagiosos, sino de focalizar sobre el drama de que un ser querido pueda ser portador. Un solo ser querido: concentración, en lugar de multiplicación. A partir de cierto momento da la sensación de que los hermanos Pastor no saben muy bien cómo seguir la cosa, optando por llevar la acción a un lugar que tiene, para los hermanos Danny y Brian, alto valor metafórico. Y como altos valores no pegan con pequeñas películas, no hay más remedio que ponerle a Portadores el 6 de “aceptable”, en lugar del 7 de “buena”, que uno hubiera querido poner.