Hace unos días comentábamos con una colega sobre la desaparición del buen cine clase B en el cine actual, la imposibilidad que parecen tener para hacer una buena película de género pura, hecha y derecha; con el solo fin de entretenernos digamos vacíamente, sin ninguna excusa ni lógica, sólo diversión bien lograda. “Posesión infernal” podría refutar nuestra “teoría” sino fuese por cierta indecisión. Los años ochenta fueron la explosión del video hogareño y con él apareció un tipo de cine que antes parecía imposible de ver en una sala.
En 1981 Sam Raimi llevó al largometraje un corto que había filmado hacia poco tiempo ( “Into the Woods”), y el resultado fue la inalcanzable Diabólico (Evil Dead) un gran clásico del terror hecho a pulmón, artesanal, en donde lo que escaseaba de presupuesto sobraba en creatividad. Ahora, en medio del furor por las remakes de clásicos de terror (que creí que ya iba pasando) le llegó su turno bajo el título con el cual la original se estrenó en varios países de Hispanoamérica.
Los rumores sobre esta demorada remake corrían de un lado a otro, y hacían sospechar positiva y negativamente, los nombres en la producción de Raimi, Robert Tappert y Bruce Campbell eran alentadores, la elección en la dirección del uruguayo Fede Alvarez sonaba llamativa… Su gran logro fue un corto impresionante sobre la destrucción de Montevideo a mano de robots creados a puro FX, y la firma en el guión de Diablo Cody (luego del pifie de “Jennifer’s Body”) no era lo mejor que podíamos escuchar.
Sin embargo, a primer lugar, las expectativas están superadas, “Posesión Infernal” es un film de terror puro y duro, sin concesiones, muy gore y explícito pero con sentido, y lo principal, realmente mete miedo; ahora, lejos está de acercarse en algo a Diabólico. La historia es y no es la misma, como suele suceder en casi todas las remakes que bien podrían ser pseudo-secuelas, olvídense de Ash no hay nadie que se le parezca, acá tenemos a cinco amigos veinteañeros, dos de ellos hermanos… Mia tiene un pasado extraño y quiere desintoxicarse de una adicción a las drogas, así que se dirige a una antigua cabaña familiar junto a David su hermano y tres más Eric, Natalie y Olivia (sus iniciales forman la palabra DEMON, guiño, guiño).
Una vez allí encuentran la cabaña cambiada, alguien parece haber realizado un ritual, y dan con un texto particular: “El libro de los muertos”. Casi de inmediato, David se obsesiona con él recitando las palabras “correctas” en voz alta, y sin querer, despertando a los espíritus demoníacos del bosque, que, no avivaríamos a nadie, irán poseyendo los cuerpos de estos muchachos de uno a uno.
Como en el original, la historia es sencilla y es pretexto para ir a la acción que queremos ver; la última hora de película será para aferrarse a la butaca. Alvarez sabe como crear un buen clima, pese a lo que uno podía esperarse, “Evil dead” rehúsa de lo digital, hace uso de una imagen granulada y huele tan (o más) desagradable que “Diabólico”. En esos años (en que la original reinaba), había algo fundamental en esos films de universitarios experimentando en el terror, y es que antes que nada eran divertidos, buena parte del gran impacto que causaron se basaba en su gracia, y en ese espíritu autoconciente de saber que hacían algo berreta y que podrían suplirlo con ganas y talento; quizás eso es lo que falte en esta nueva versión…
Los tiempos no han pasado en vano, y si ahora Sam Raimi dirige la pomposa y plástica “Oz, el poderoso” con pocos rastros de aquel original, uno entiende que buscar “Diabólico” en “Posesión infernal” es inútil. Estamos ante un muy buen film de terror, que no nos dará respiro y nos bañará de sangre como hace mucho no veíamos, pero ¿clásico? Clásico fue el del ’8