Terror Old School
Posesión Satánica o The Possession aparece en las carteleras para cortar con tanto falso documental que poco a poco va dejando sin vida a un género con mucha historia y que ha dado innumerables obras de arte y culto. Esta película dirigida por Ole Bornedal retoma la tradición del terror generado a través del suspenso, de la tensión in crescendo a raíz del desarrollo de la historia, esa tradición casi perdida en el terror actual que busca el sobresalto a través del sonido más que del sentido o en casos en donde los realizadores creen que hacer terror es regocijarse en carnicerías sin razón.
La película tiene una estética a través de la dirección y el montaje que nos sitúa en secuencias cortas (sobre todo al principio) separadas unas de otras por fundidos a negro, en este sentido recuerda tanto a El Exorcista como a El Resplandor aunque estas secuencias no están rotuladas como en esta última. Así, por medio de estas secuencias vamos metiéndonos en una historia que no resulta demasiado innovadora pero que está bien contada en donde abundan lentos travellings de avance que nos meten en el drama llevándonos una y otra vez de primeros planos abiertos a primerísimos primeros planos. Todo esto lejos de cansar cumple con su cometido de la misma manera que lo hacen los planos cenitales del vecindario en donde transcurre el relato y otro acierto son los encuadres desde la cámara cuya simetría calza perfectamente la atmósfera de la película. Tal vez uno de los problemas en estas secuencias del principio son ciertos saltos de continuidad en cosas en las que el espectador tiene la atención puesta como por ejemplo la caja (esencial) que está con el padre de la familia en un lugar y después aparece con la nena en otro (algo muy notorio porque la atención está puesta ahí). Estos problemas de continuidad en algunos momentos despegan un poco y en esta peli adentrarse en el relato y la atmósfera que propone es todo.
La mano del gran Sam Raimi que acá produce el film es más que notoria, sobre todo hacia el final donde la curva dramática llega al tope y todo ese desarrollo lento empieza a demandar que esa tensión explote, ahí la artesanía de Raimi (porque es claro que es su mano) hace que esa olla a presión explote con una secuencia final que a pesar de no ser muy innovadora rinde sus frutos. Un dato de color llamativo en la película es la actuación del cantante de reggae Matisyahu que se desenvuelve a la perfección encarnando a un exorcista judío que ayudará a la familia a enfrentarse a ese dybbuk que los acecha.
Cada vez queda más claro que el terror extrañaba a Sam Raimi, aunque sea como productor, que se despegó de los sustos al llevar adelante la saga Spider-Man pero que actualmente está volviéndose a enamorar de ese género que le trajo tantas satisfacciones.