Algo le pasa a la nena
Una de las primeras imágenes que vemos en la película es la de una antigua caja de madera. Estas cajas se llaman Dybbuk y, según una leyenda judía, un demonio vive en su interior. Por eso nunca deben abrirse.
La escena cambia por completo, y vemos en un bonito vecindario a un matrimonio, Clyde y Stephanie Brenek (Jeffrey Dean Morgan y Kira Sedwick) con dos hijas. Acaban de divorciarse hace unos meses y están adaptándose a su nueva vida.
Una tarde Clyde y sus hijas, Hanna (Madison Davenport) y Em (Natasha Calis), van a una venta de garage, y la más pequeña encuentra la caja, la compran y se la lleva a su casa. Como es de esperarse el comportamiento de Em se va tornando cada vez más raro y violento. Primero piensan que se trata de una reacción ante el divorcio de sus padres, pero cosas extrañas y sobrenaturales comienzan a suceder alrededor de la niña, y no tardan en darse cuenta de que se trata de otra cosa. Investigando descubren que esconde esa caja con la que tanto se ha encariñado Em, y recurren a la ayuda de un rabino.
La historia es conocida, hay muchas películas sobre exorcismos, algunas mejores que otras. Aquí el toque diferente es que el exorcismo lo practica un rabino, y la leyenda sobre la caja Dybbuk también aporta algo no tan típico a la historia. Si bien es una película más sobre posesiones demoníacas, esta es de las que están bien hechas. Se nota la mano de Sam Raimi -un experto- en la producción, y la prolija dirección del danés Ole Bornedal.
A diferencia de otras películas similares, no hace tanto hincapié en lo sangriento o escatológico, sino en el suspenso. No se recurre al impacto porque sí, sino que va creando climas de suspenso muy intensos, acompañados de una buena fotografía. Las actuaciones son correctas, el guión no aporta nada nuevo, pero es sólido.
La película es, finalmente, una buena historia de terror, de esas que dicen “basada en hechos reales” para dar un poco más de miedo.