La angustia corroe el alma
Bello, potente, ecléctico filme que logra captar el malestar y la fragilidad humanas, sin obviedades.
No es común, aunque sí en él: el mexicano Carlos Reygadas logra filmar el malestar, la incertidumbre, cierta angustia que no se puede traducir a palabras. Lo hace sin enunciarlo: con belleza, potencia y absoluta libertad creativa. Basta con ver la secuencia que abre Post tenebras lux. Una nena de dos años camina sola por un terreno rural anegado, cruzándose con bueyes, caballos y perros. Ese mundo -que ella conoce y nombra con su incipiente léxico- va volviéndose amenazante. Cae la tarde, un relámpago fractura el cielo. La naturaleza transmite ahora menos libertad que extrañeza, opresión, desamparo, en la nena y en el que mira.
Reygadas (Japón, Batalla en el cielo, Luz silenciosa) envuelve con estas sensaciones, sin “narrar”: con movimientos de cámara y sonidos ambientales. Y evita el realismo de raíz, deformando vagamente la imagen. Un biselado en los márgenes, que multiplica y difumina contornos: como si uno observara a través de una botella, o desde un acuario, o desde unos ojos con lágrimas.
En la escena siguiente, en una hermosa casa de madera a oscuras, un diablo fluorescente camina con un maletín entre sus garras. Ya no quedan dudas -si es que a alguien le quedaban- del quiebre naturalista, de la decisión de Reygadas de arriesgar sin temor al ridículo, de ser ecléctico. Varios expertos remarcaron la religiosidad que recorrería Post tenebras lux-título que, junto con un énfasis final puesto en la culpa, invita a sumarse a esta hipótesis-; pero al autor de estas líneas le queda la sensación de que la mirada de Reygadas es más bien iconoclasta.
En el centro del filme, una familia burguesa -un matrimonio y dos hijos pequeños, los hijos del director en la vida real- que vive alejada de lo urbano. Todo lo que podría ser idílico está teñido de una ominosa inquietud, que aumenta como un sismo desde el interior de los personajes adultos. También, desde afuera. Una subtrama casi “policial” juega con los contrastes entre dos clases sociales: línea que recorre, con mayor o menor sutileza, la película entera.
Todo, en el universo Reygadas , es susceptible de ser quebrado, empezando por el relato. La historia -por llamarla de algún modo- de Post tenebras lux, salta en el tiempo, las circunstancias, los registros y acaso las dimensiones. Y da lugar a la violencia -contenida o no-, el alcoholismo, la pornografía por internet o una orgía en un baño de vapor. La frágil, lógica, condición humana. En algún momento, acaso el más melancólico del filme, la esposa del protagonista toca en el piano y canta It’s a Dream, de Neil Young, cuya letra contiene la materia de esta película: sueños, sueños desvanecidos