Mucha tiniebla y casi nada de luz
Quizá lo mejor de esta larga y antojadiza película mexicana sea su primera escena, con una niñita rubia corriendo entre asustada y feliz por el campo abierto, muy cerca de los animales, enormes para ella, frente a las sierras oscuras y bajo un cielo cada vez más encapotado, que amenaza tormenta. Cualquier cosa terrible puede pasar después de semejante prólogo, y efectivamente después pasa cualquier cosa, pero esa primera escena es antológica.
Aplausos por ella para el director de fotografía Alexis Zabe, joven que ya se ha lucido en videoclips, publicidades, y largos de Fernando Eimbcke, Alberto Davidoff, Harmony Korine y Carlos Reygadas, con quien trabajó en el corto "Este es mi reino", "Serenghetti" (raro paréntesis deportivo en la trayectoria de Reygadas) y, por supuesto, en "Luz silenciosa", donde logró imágenes notables gracias al inteligente uso de unos lentes viejos. Acá también consigue imágenes notables, pero por otra razón: el inusual diseño de encuadres biselados, como de espejo antiguo, que llama la atención, contribuye a poner en clima, pero también distrae y cansa un poco la vista.
Para peor, la historia también cansa un poco, precisamente porque casi no existe. Lo que vemos es una sucesión de largas escenas a veces irreales, con malhumores y maltratos físicos y verbales de diversa especie, descargados sobre un animalito, parientes, empleados, vecinos pobres, etcétera. La cosa, mayormente, sucede en un lugar serrano adonde el protagonista, un neurótico egoísta, se mudó con su familia. Y todo irá confluyendo hacia el desafortunado encuentro de dicho sujeto con dos apacibles (pero no zonzos) ex alcohólicos en situación de robo. En el medio hay un larguísimo capítulo en un enorme baño turco de rincones literarios y concurrencia mixta y nudista, donde el personaje de marras entrega a su mujer, que en verdad se deja entregar sin quejas para uso público inmediato y en tiempo real, vaya a saberse a título de qué terapia de pareja.
Tampoco se sabe a título de qué va todo esto, pero, a juzgar por el final, se supone que el autor ha hecho otra de sus "historias de redención", ya que, de pura casualidad, los apacibles logran que el neurótico se calme un poco. Ve la luz, como anticipaba el título en latín, o como exclamaba Jorge Guinzburg.
Gustará, a amantes de la fotografía, obedientes cinéfilos a la orden de los gustos de moda, curiosos del swingerío más chocante, y traductores del mexicano más cerril captado con sonido directo.