El club de los cinco héroes
Tediosa, no cumple con su objetivo fundamental: entretener.
Hollywood sigue hurgando en el arcón de los recuerdos: esta vez aparecieron los Power Rangers. La serie estadounidense, basada en una serie japonesa, arrancó en 1993 y todavía sigue enloqueciendo a la purretada: va nada menos que por su vigésimocuarta temporada. Ya en su momento de mayor auge, en los ’90, había tenido dos adaptaciones cinematográficas, pero la cuestión no terminó de funcionar y la franquicia quedó ahí. Ahora asistimos a su relanzamiento: como en toda primera película de superhéroes, lo que se cuenta es el origen de los cinco guerreros de colores.
Siempre es atractivo ver cómo era la vida civil de los superhéroes antes de adquirir sus poderes. Y aquí los ’90 se cruzan con los ’80, porque resulta que tres de los cinco Power Rangers coinciden en un aula de castigo que remite a The Breakfast Club (acá se llamó El club de los cinco). Un deportista popular, una “princesa” y un nerd (que, acorde a la moda, padece Asperger) se conocen cumpliendo penitencia en la escuela; después se les suman dos adolescentes problemáticos -y “diferentes”- más y, juntos, encuentran las cinco monedas que les dan habilidades extraordinarias.
Hasta aquí, es todo bastante simpático y llevadero, con algo de ese espíritu spielbergiano que tan bien recreó Stranger Things. Pero a medida que avanza, la aventura se va empantanando en ciertos conflictos poco interesantes y muy reiterativos entre los chicos. A esto se le suma que la aparición de la villana (gran nombre: Rita Repulsa) aporta un involuntario toque bizarro y clase B, y empieza a notarse que ésta no es una superproducción. De todos modos, lo peor no es eso, sino que la película deja de cumplir su misión fundamental, entretener, y se vuelve tediosa. Algo que ni los guiños para los nostálgicos de los ’90 pueden disimular.