La cuarta película de la saga es, ante todo, una película de aventuras clásica en la que gana la acción y el entusiasmo, sobre todo en la primera hora.
Lo mejor de Power Rangers es que toda la historia de los adolescentes superheroicos con trajes de colores se explica con un didactismo para que lo entienda hasta un niño de primaria. Pero es en su principal virtud donde radica su mayor defecto, ya que en su afán por contarlo todo de manera sencilla se les va un poco la película de las manos.
Power Rangers empieza con un prólogo en la era Cenozoica, cuando el mago intergaláctico Zordon (Bryan Cranston) se enfrenta con Rita Repulsa (Elizabeth Banks) para salvar el cristal Zeo y las monedas de colores que le dan poderes a los Power Rangers, unos antiguos guerreros dedicados a proteger la vida en la Tierra.
En la actualidad, en un pueblito llamado Angel Grove, cinco adolescentes de secundaria (tres varones y dos mujeres) son los elegidos para detener a la malvada Rita Repulsa, que vuelve después de 65 millones de años para robar el cristal y conquistar el mundo.
Estamos ante un reboot (un reinicio) que quiere abarcarlo todo. Sin embargo, allí donde tendría que haber un montaje que economice escenas, hay minutos de más. Y allí donde tendría que haber dinamismo, hay lentitud en el desarrollo de la historia, como si a su director, Dean Israelite, le interesara menos ir al hueso que la explicación paciente de los motivos por los cuales los adolescentes fueron elegidos para proteger la vida en la Tierra. Increíblemente, es en ese lento desarrollo donde está la singularidad del filme.
Y lo que tendría que haber sido su mayor virtud quizás sea su principal defecto: la villana Rita Repulsa. Cada vez que este personaje aparece suspende la verosimilitud de la trama, como si hubiera salido de una mala película clase B. Además, está demasiado sobrecargada de gestos, maquillaje y vestuario.
Power Rangers es ante todo una teen movie de aventuras clásica, que cuenta con momentos donde las actuaciones y la acción se fusionan en armonía y otros donde gana el cansancio. Los personajes saben complementarse y desplazarse con soltura, sobre todo en la primera hora.
La adolescencia es aquí una metáfora de la fuerza de la juventud. Son los jóvenes los verdaderos superhéroes de la vida. Ellos son pura inocencia, pura energía y puro espíritu de amistad.