UN ORIGEN MAS
Los Power Rangers son un fenómeno extraño y exitoso: existen en su formato occidental desde 1993, y hasta el día a de hoy cuentan con 820 episodios emitidos en 24 temporadas. Como con Los Simpson, la temporada final parece nunca llegar, lo cual es milagroso si pensamos que en esencia son Teletubbies adolescentes karatecas hechos para vender juguetes.
Aquí convendría explicar de qué clase de engendro estamos hablando: los Power Rangers están basados en una serie japonesa conocida genéricamente como Super Sentai series, de la cual extrae literalmente todas las escenas de batallas, tanto las de artes marciales como la de los monstruos gigantes, y les inserta las escenas de los protagonistas occidentales en la escuela, o lo que fuera que hicieran cuando no estaban salvando al mundo. Un ejemplo más de la relación forzosa y tensa que existe entre la industria cultural japonesa y la norteamericana, más allá del éxito rotundo de la serie en este caso, que claramente no se explica por su calidad técnica o narrativa.
En este contexto esta nueva versión de los Power Rangers dirigida por Dean Israelite es un reboot de la serie original norteamericana de 1993. La intenciones de Israelite son obvias, claras y simples: aggiornar la historia y los personajes al gusto actual centrándose en contar el origen de todo el universo ficticio nuevamente; aprovechar los recursos tecnológicos para dar un salto de calidad en los efectos especiales (algo que siempre fue una vergüenza en la serie aunque también era parte de su encanto); e incluir las nuevas temáticas adolescentes para lograr cierto grado de profundidad en los personajes. Una estrategia interesante para diferenciarse y a la vez relanzar la franquicia cinematográfica, que lamentablemente se queda a medio camino en casi todo.
Pero vamos por partes: estamos ante la clásica película contemporánea de origen de superhéroe, en este caso un grupo de parias disfuncionales al estilo de El club de los cinco (John Hughes, 1985) con tendencia a vestirse siempre del mismo color, que se encuentran con la responsabilidad de convertirse en los Power Rangers, esta especie de guerreros espaciales que defienden un cristal gigante con mucho poder de las garras de la malévola Rita Repulsa (sic) -interpretada por Elizabeth Banks-, una ex Power Ranger con delirios de grandeza. Lo cual nos deja la conclusión de que los Rangers son básicamente exagerados guardias de seguridad de una joyería intergaláctica, en fin.
Hasta ahí más o menos aceptable, el tema es que en su afán de construir personajes un poco más complejos y de utilizar, como clave de todo, el vínculo que estos construyen, Israelite pierde el rumbo de su película. Demora una hora y media para darnos la llegada definitiva de los héroes, y luego de aburrirnos sin piedad nos da todo lo esperable de un film como este a los tumbos, todo condensado y ya sin gracia. La acción es insuficiente, los efectos especiales no están a la altura de las circunstancias, y ni siquiera el humor y la autoconciencia que llegan al final alcanzan para revivir nuestro interés.
Sin ser un desastre absoluto Power Rangers naufraga en sus buenas intenciones y termina siendo una película de origen rutinaria, que existe para establecer cosas y para darnos información que nos servirá para una futura franquicia. En ese sentido es comparable a la primera de Thor que también es pequeña e intrascendente y sólo existió para poner en marcha el Universo Marvel.