Preciosa

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

La suma de todos los males

Preciosa del director Lee Daniels se postula como la gran sorpresa “independiente” de los próximos Oscars por su contenido comprometido, dispuesto a resaltar (y exaltar) un retrato de vida que pone en el centro del relato a una adolescente de 16 años cuya vida parece balancearse constantemente en el umbral de la tragedia. Ningún problema con eso, pero la construcción del film basado en la novela de culto Push de Sapphire está relleno de malas elecciones y, esencialmente, poco tacto. Si hay algo que destacar es que hay un trío actoral (Gabourey Sidibe, Mo´Nique y Paula Patton) capaz de de brillar con luz propia, más allá de la opinión que se tenga sobre el conjunto de la trama. Sí, es cierto, las actuaciones son en función de la trama, pero por momentos, en algunos diálogos, alcanzamos a vislumbrar una línea de fuga actoral que permite una mayor complejidad en la composición de esos personajes, un escape de esa construcción horrible y caricaturesca que parte del texto. Pero el resto es una enorme decepción que consiste en una suma de golpes bajos dotados de un trabajo precario en el guión.

Pero para evitar la etiqueta categórica sin fundamento alguno hablemos un poco de porque es un film fallido. Hay un mensaje detrás de todo eso que le sucede a Preciosa (Gabourey Sidibe) que tiene que ver con sobreponerse a la tragedia individual en la línea de lo planteado por libros de autoayuda, y que es un rasgo muy típico de Oprah Winfrey que, no casualmente, es la productora. No hay matices ni niveles de análisis como para analizar ese entorno social que afecta al individuo y la construcción familiar, ni hay una intención de elaborar al problema desde una visión global o, aunque sea, menos superficial. La película se somete a la visión del individuo y esto, dado el punto de vista que tiene el film sería correcto si no estuviera lleno de baches: en el diálogo sobre el final, en un enfrentamiento con su madre (Mo´Nique), cada frase parece sacada de un texto de autosuperación y la construcción visual de ese momento la hacen una secuencia completamente aislada e inconsecuente con los personajes. Entonces, si esa subjetividad es la que sostiene el relato, es imposible que la trama tenga algún atisbo de coeherencia porque la acción se condice con los diálogos de la manera más burda posible.

No se trata de una película que fluya, es mas bien fragmentaria entre aquellos diálogos determinantes y aislados (ya sea con la docente interpretada por Paula Patton o con su madre) y acciones que aportan flashbacks (violaciones y maltratos) o recargan al personaje de elementos grotescos (¿era necesario lo del pollo frito? , ¿mostrarlo de esa manera?). En el medio el director evita la contundencia de ser completamente gráfico a través de la evasión, estrategia explotada en otros films como Requiem por un sueño. Pero aquí se es más sutil, aunque la acumulación de conflictos que sobrevengan sobre la protagonista se tornan en una suma que en lugar de generar acercamiento nos distancia, porque consiste en una condensación de desgracias que exploradas en 100 minutos caen en una enumeración absurda (incluso los flashbacks son mostrados): violación, golpiza, insultos, acomplejamiento por sobrepeso, HIV positivo y hasta un televisor que casi la aplasta en una secuencia prácticamente cómica. Y luego si, la superación de todo eso en una línea positiva en la cual hay que creer porque carece de verosimil sobre el desenlace. Naturalmente, esa es la razón por la cual el drama se diluye casi inmediatamente y se transforma en un melodrama serie B.

En definitiva, poco para aportar y poco más para decir o fundamentar, salvo que tiene pocos atributos estéticos destacables y que se regodea en el grotesco para exaltar una condición social. Y lo hace con el artificio puro de la imagen, alejándose de cualquier registro cercano a lo real. Es puro videoclip con best sellers de autoayuda, y una protagonista que sufre pero encuentra una “supuesta” esperanza. Si acaso el mensaje es creíble.