Tengo muchas cosas que hacer, hace calor, tengo hambre y encima me levanté más temprano que de costumbre, solo para ver esta “cosa” de la que tengo que hablarles ahora.
Así que intentaré ser breve para no invertir energía de más en algo que no vale la pena y además, porque “destrozar” el trabajo de otro –por peor que me parezca–, no es una actividad que me agrade.
Hollywood lo hizo otra vez. Nos engañó con el viejo cuento de la “joyita indie”, “la revelación de los premios”, “el film más crudo y conmovedor”… Yo le respondo a todo eso como ellos mismo dirían: “bullshit!”.
Llamar “culebrón de cuarta” a esta película es poco. Y no es que tenga algo en contra de los melodramas, ni de las películas “sentimentales” ni nada de eso; por favor, no quiero perturbar la memoria de mi querido y respetado Douglas Sirk quien, en su estadía en los Estados Unidos, supo dar los mejores exponentes de este género. Porque lo que hoy vi, he leído por ahí que pretende ser una suerte de “melodrama realista”, pero no es más que una sucesión de golpes bajos de mal gusto y totalmente carentes de respeto alguno hacia los delicadísimos temas que trata y hacia el espectador que merece ver cine, no una dramatización de hechos monstruosos que bien podrían formar parte de un informe del programa de Chiche Gelblung sobre el abuso, la pobreza, el analfabetismo, la discriminación y demás miserias, que Preciosa reúne en unos eternos e insufribles 110 minutos.
Ya ni me esfuerzo en tratar de responderme a mí misma qué es lo que tanto le gustó a la crítica del mundo y a la Academia de este olvidable pastiche de aberraciones… Igual se me ocurre que tal vez podrían ser las “brillantes y muy premiadas” actuaciones, que en realidad no son tal, quizás porque el guión no ayuda demasiado… Tampoco ese montaje videoclipero sin ningún valor narrativo, ni artístico. Ni siquiera puede ser el “hallazgo” de contar con las actuaciones de unos irreconocibles Mariah Carey y Lenny Kravitz, cuyo único mérito es el de arriesgarse a aparecer en cámaras “al natural”, sin ostentar el glamour que los caracteriza arriba de los escenarios.
Me retracto: esto es mucho más que un “culebrón”. Es una peligrosa especie de la fauna cinematográfica, cruza de culebra ponzoñosa con boa constrictora, que solo para ganar unos millones y algunos premios, te asfixia durante casi dos horas con una historia forzadamente deprimente, mientras te pica sin cesar con imágenes y diálogos morbosos y hasta nauseabundos (literalmente) y finalmente, como en un juego macabro, te deja ir, lleno de agujeros y amargado por tanto veneno que te hizo tragar sin sentido alguno.
Sí, Preciosa es una película de muy mal gusto. Y no porque toque temas complicados, sino por la impunidad con la que lo hace. A diario en el mundo muchísimas niñas y mujeres de todas las edades sufren el calvario de este personaje en carne propia y en la vida real, por eso me indigna ver películas que hacen uso y abuso (nunca mejor dicho) de estas cuestiones para provocar una falsa emotividad o toma de conciencia en el espectador.
Me da vergüenza ajena el solo hecho de pensar que todo el revuelo entorno a esta película pudiera tener algo que ver con esta creciente moda de “integrar” a la población negra que durante siglos sometieron, marginaron y maltrataron en Estados Unidos pero que, desde la asunción del primer presidente afro-americano, parece ser lo más “IN” del momento (léase con la entonación de Brüno, un personaje mucho más sincero que la película que estamos comentando). La demagogia expresada hacia esta película es tal que da la sensación de que todos los premios y halagos solo son una forma delicada que encuentra la sociedad para lavar culpas y así poder decir –hablando mal y pronto, diría mi abuela–: “¡Qué buenos que somos! ¡No solo les damos premios a los negros, sino que nos conmovemos con la miseria que pasan!”.
Tal vez me esté yendo por las ramas y no es mi intención herir susceptibilidades, pero insisto en que toda esta película es una gran falta de respeto generalizada a muchos sectores.
Basta, no quiero decir más nada porque me indigno más.
Nadie les prohíbe verla pero yo no la recomiendo. No digan que no les avisé.