Naomi Watts cree ver gente ¿muerta?
Este film de terror empieza correctamente, generando intriga con un planteo bastante original, pero una vez que revela su misterio se va quedando más y más corto.
Naomi Watts es una psicóloga especializada en chicos que vive en una zona apartada de Nueva Inglaterra. Cuando su marido y su hijastro chocan de frente con un camión, ella queda viuda y cuidando sola al adolescente, ahora convertido casi en un vegetal. Pero además la protagonista continúa con su trabajo de psicóloga, entablando un vínculo especial con un nene sordo de nueve años con dificultades de comportamiento, lo que redunda en romperle un brazo a un compañerito.
Aunque a ella le gustaría seguir el tratamiento del nene huérfano, las autoridades se lo llevan a una institución en Boston. O mejor dicho, esa era la idea, porque el nene huye y le aparece a la psicóloga en la casa a mitad de la noche, para luego volver a huir. Como eso sucede en medio de una tempestad de nieve, todos dan por muerto al chico. Por eso cuando la protagonista empieza a escuchar ruidos en su casa y hasta cree ver al chico, comienza a creer que está conviviendo con un fantasma.
Obviamente pasan cosas raras, y durante la primera mitad el film plantea ese enigma, si es que el nene sigue vivo, hay un fantasma o una combinación de ambas cosas sumadas al joven vegetativo. Pero la revelación es demasiado obvia, y como cuando es explicada aún queda media película por delante, el guión debería haber buscado algún otro giro más interesante. Como no lo hace, y el director tampoco se juega con los niveles de suspenso y violencia, todo el asunto termina resultando muy apagado y apenas salvable por la buena actuación de Noami Watts.