Presencia siniestra es una producción mediocre que desaprovecha en un guión horrible dos buenos artistas como Naomi Watts y Jacob Tremblay, el niño que este año se lució en La habitación.
Aunque en los avances promocionales se la vende como una propuesta de terror, en realidad es un film de pseudo suspenso que fracasa por completo a la hora de construir un conflicto interesante.
Creo que esta película debe tener el récord de escenas de sustos falsas, donde se amaga con una supuesta amenaza que luego resulta un sueño o una confusión de la protagonista.
El director Farren Blackburn, quien construyó su carrera en la televisión inglesa, presenta una historia con una severa crisis de identidad, donde no queda claro si deseaba filmar un slasher de terror o un thriller sobrenatural. El film no es ninguna de esas cosas y ofrece un relato tonto que encima incluye un giro sorpresivo completamente ridículo.
Ni siquiera Naomi Watts, que es una gran actriz, pudo levantar este bodrio que usa de manera obscena los momentos de sustos falsos.
Tampoco ayudó que la narración de Blackburn tarda una eternidad en establecer el conflicto y casi 40 minutos de la película se centran en situaciones intrascendentes.
Entre las propuestas de este género que llegaron este año al cine, Presencia siniestra es una de las peores y se hace imposible encontrar algún elemento que justifique su recomendación.