Estamos en un mundo post apocalíptico pero no per sé, ya que no hubo un cataclismo que lo haya provocado. Sino que el escenario es resultado de una guerra entre humanos y vampiros que lleva cientos de años y que terminó consumiendo, vaya uno a saber como, las entrañas mismas de la Tierra.
La humanidad finalmente ganó, o al menos eso parece, la batalla con un grupo de guerreros de elite entrenados por la Iglesia bautizados como los Sacerdotes. Estos muchachos luego que finalizó la trifulca entre especies pasaron a ser veteranos de guerra, y como suele pasar ocuparon el lugar que pudieron dentro de una sociedad –dominada y vigilada por el Clero- que les teme y respeta.
El mejor de ellos, Priest (Paul Bettany), aún tiene pesadillas por sus recuerdos en una misión donde perdió a varios de sus compañeros y duda de la versión oficial respecto que los chupasangre estén bajo control. Cuando le llegan noticias del secuestro de su sobrina a manos de los vampiros cuadrúpedos ciegos, más dentro del formato de una criatura salvaje en lugar de los clásicos vampiros-humanos, el Sacerdote se revela, excomulgación mediante, y va a buscarla acompañado del sheriff Hicks (Cam Gigandet).
Basada en un popular manga coreano del cual solo toma el nombre, el contexto western y el concepto de curas como punta de lanza de una fuerza de choque –que esté situado en el futuro o los vampiros es un agregado-, Priest tiene no pocos errores y aún trato de buscarle algún acierto. Para empezar, la trama va tan rápido como las motocicletas steampunk que manejan los personajes. No hay desarrollo, motivaciones y Dios no lo permita diálogos que otorguen medianamente profundidad a los personajes. A ver, ya sé que estamos hablando de una película del estilo piña-patada-cuchillo, pero se toma a los personajes con una seriedad que está fuera del registro. Más que tomar elementos de la obra original, Priest esta notablemente influenciada por el clásico western de John Ford Más Corazón que Odio (The Searchers, EE.UU, 1956).
Podríamos seguir por las escenas de acción. Para ser una del género de repartija de tortas (o de estacas más precisamente), se toma su tiempo para llegar hasta ellas. Normalmente una película de acción suele tener tres secuencias, incluyendo la del climax, donde hay acción decente. Priest no llega ni a cumplir esa cuota. El mayor error es el haber desaprovechado una idea con muchas aristas posibles y los baches en el guión: la de la Iglesia omnipresente -pero que está subrayada con marcador fluorescente- y la explicación de porqué son tan especiales los Sacerdotes que fueron reclutados por la Iglesia para que formen parte de su escuadrón respectivamente son algunos ejemplos.
El director Scott Charles, que repite a Bettany como el protagonista que está más para las poses al igual que en Legión de Ángeles (Legion, EE.UU, 2009), es un hombre con mucha experiencia en los efectos especiales pero con poca experiencia -esta es su segunda película- detrás de cámara.
La versión que se proyecta en 3D, es del infame estilo “convertido” en la post-producción. La misma especie de 3D que terminó sufriendo Furia de Titanes (Clash of the Titans, EEUU, 2010). Inútil, que agrega poco y nada de profundidad. Los escenarios en que se desarrolla la acción, principalmente desérticos y de noche tampoco ayudan como para dar más sensación de insertarse dentro de este mundo post-apocalíptico con estética retro futurista con aires de steampunk.
Priest es recomendable para los fanáticos del género, pero será rápidamente olvidada por los mismos.