You are the last great dictator Por esas cosas que tienen las fechas de estreno, en una misma semana llegan dos comedias que emplean motores totalmente distintos para generar risa. Por un lado, la versión Farrelly de Los 3 Chiflados; por otro, una nueva provocación de Sacha Barón Cohen: El Dictador. Pero la segunda es la que importa en este caso. Honestamente, no sabía qué esperar de esta especie de trilogía dirigida por Larry Charles y protagonizada por Baron Cohen -que también fue coguionista-. Primero vino la sorpresa que fue Borat y después la decepción de Brüno -el padre de la criatura que deja de lado los experimentos sociales que buscan la "reacción genuina" para dar lugar a la ficción-.
Más o menos rondando esta fecha llega la historia de todos los años: una nueva película de Pixar. Y, por supuesto, las expectativas están a la altura de lo que el estudio de Luxor supo edificar en más de dos décadas de carrera, con un historial que, en ocasiones, ha trastabillado (Cars 2, por ejemplo) pero que nos ha deleitado con piezas maestras del cine contemporáneo (la trilogía Toy Story o Wall-E son los ejemplos más claros de esto)...
Dylan (Justin Timberlake) es contratado por la revista GQ como nuevo Director de Arte. Él fue contactado por la cazatalentos Jaime (Mila Kunis). Rápidamente desarrollan una amistad ya que Dylan es nuevo en la ciudad y solo conoce a jaime. Una noche, intentando evitar los lugares comunes que ven en las comedias románticas, deciden empezar a tener sexo con el objetivo de que no se modifique su relación. El año pasado Justin Timberlake formo parte de La Red Social (The Social Network, 2010) como el encantador de serpientes Sean Parker –el creador de Napster- que luego, siempre según la película de Fincher, influiría en Mark Zuckerberg, el personaje de Jesse Einsenberg. Timberlake fue uno de los tapados –pero solapado por las enormes actuaciones de Eisenberg y Andrew Garfield- de esa fábula sobre un muchacho que pierde su único amigo verdadero y fundó un mundo de interconexiones. Básicamente La red social plasma como pocas películas el zeitgeist. Ahora llega, también destinada para una generación donde las comunicaciones pasan por el 2.0 que ya conoce los códigos de la comedia romántica y aunque en parte se burle de ellas sigue buscando ese inevitable final felíz, Amigos con Beneficios. Es justamente ese espíritu de época que impregna gran parte de Amigos con Beneficios -no con derechos, ya que los derechos los guardaron para Natalie Portman y Ashton Kutcher- o al menos su primera mitad previa al conflicto necesario. Estamos en tiempos donde la velocidad impera y no hay lugar, o los "emocionalmente dañados” no están dispuestos, para generar una relación afectiva. Por eso, la dupla protagonista decide cerrarse a las emociones y tener una relación donde lo que pase en la cama no tendría que afectar su reciente amistad. Como suele pasar en el deporte, la teoría dista de lo que es la práctica. La primera mitad brilla –luego de una muy buena secuencia de apertura- por sus diálogos rápidos (buena química entre Kunis y Timberlake), chistes inteligentes y un clima anárquico y ligeramente amoral. El resto, cuando llega el conflicto protocolar que distancia a la parejita, usualmente el hombre es el que no sabe lo que quiere o tiene entre manos, y la película entre en las vías previsibles de la comedia romántica le juega en contra. Amigos con Beneficios es íntegramente un trabajo de Will Gluck, que ofició tanto como director como guionista. Ya en la subvalorada Se Dice de Mí (Easy A, 2010) Gluck dio muestra del oficio para crear personajes de lengua rápida y come backs que duelen. Otro punto que une Se Dice de Mí a Amigos con Beneficio es la preponderancia que toma la sexualidad en la trama. En una se trata sobre dos amigos que deciden tener sexo sin ningún tipo de emociones, no hacen el amor pero tampoco cojen sin mediar palabra. En la otra, una chica de secundaria es sindicada como la putona de la escuela, cuando en realidad ella es virgen, se aprovechó e ironizó respecto de la situación. Es un poco como pasa en el mundo de Judd Apatow, donde hay un fino hilo que une sus películas y donde las grandes temáticas son la adolescencia, la amistad y el paso a la vida adulta. En el por ahora pequeño universo de Gluck se retrata el sexo según esta generación y lo que significa para ella. Lo hace de manera inteligente, ácida y con pocos tapujos. En definitiva, Amigos con Beneficios desaprovecha una muy buena construcción de personajes al terminar caminando por el sendero previsible del género. Pero tampoco podemos pedir que dos de las estrellas más ascendentes del momento no terminen juntos.
La temporada de películas superheróicas oficialmente bajó la persiana. No fue un año que quedará en la retina de los fanáticos, tanto por la cantidad o por la calidad de los estrenos de protagonistas con capas, pero no fue para nada malo. Este cierre llega de la mano de Linterna Verde, el único héroe de la inmensa galería que tiene la editorial DC Comics –contraparte de Marvel- que estrenó película este año y uno de sus más representativos. En esta oportunidad nos situamos en un universo donde hay una fuerza intergaláctica de policías que controla cada uno su sector. Esta Policía Federal a escala universal se llama Cuerpo de Linternas Verde y esta conformada por seres tan variopintos como un insecto o un ente con cuerpo de piedras. Va a revivir su peor amenaza cuando, Parallax, un ser formado y alimentado por miedo -la sensación enemiga por antonomasía de los Linterna Verde- escape de su prisión con ganas de venganza. Dentro de este polvorín a punto de estallar espacial, Hal Jordan -un piloto aeronáutico de pruebas que tiene algunos asuntos de miedo irresueltos por la muerte accidental de su padre- es el primer humano seleccionado para formar parte del Cuerpo. La selección de Jordan (Ryan Reynolds) es motorizada a partir de la muerte a manos de Parallax de, Abin Sur, uno de los Linterna Verde más destacados. Como quien no quiere la cosa, el muchacho va a empezar a ser entrenado en su nuevo trabajo a escala universal para ser un miembro competente del Green Lantern Corps, tal es el nombre original. El poder de los Linterna Verde viene a través de la voluntad de cada usuario y canalizado a través de un anillo que recibe. Eso es en cuanto a la descripción argumental de la película, ahora tratemos de ver que es lo que le pasa a LV. No es aburrida. En ningún momento miré el reloj para ver cuanto faltaba para que termine, lo que ya es algo a favor. Pero de lo que sí peca es de cierta previsibilidad, el jugar a seguro. Convengamos que no hay muchas historias para contar en el cine, especialmente en el sub género superheróico. LV sigue el patrón del hombre de buen corazón, a quien se le da un poder y responsabilidad que acepta, luego renuncia por no sentirse adecuado, para terminar aceptando su suerte, superar el obstáculo que tenía y tomar el lugar que le corresponde. Casi como si fuese un juego de seguir los puntos en una revista infantil. A ver, me puede decir que pasa lo mismo en la Spider-Man 2 de Sam Raimi. Y probablemente tengan razón, pero Raimi saltea algunos puntos, vuelve sobre otros para llegar al final que todos sabemos que va a tener. En definitiva el trayecto es totalmente distinto. Linterna Verde da por momentos la sensación de no tomarse en serio ni a sí misma. Un amigo del protagonista, cuyo objetivo pretendía ser un comic-relief, le hace un chiste por su primera aparición pública y la ridícula elección que tomó para salvar a un grupo de personas. O el interés romántico, la absurdamente bella Blake Lively, le pregunta si realmente cree que un antifaz que cubre los pómulos y ojos le va a ocultar la identidad. Martin Campbell, director que trató de aunar los conceptos de media docena de guionistas acreditados y que ha sabido revivir la franquicia de 007 con Casino Royale, no logra que simpaticemos por Jordan en ningún momento. Lo deja al pobrecito Reynolds, que hace un buen trabajo con el material que le dieron, todo el trabajo. Los efectos especiales, especialmente cuando la acción se traslada al planeta del que los Linterna son originarios, Oa, donde nuestro protagonista empieza su entrenamiento y a entender que forma parte de algo muchísimo más grande que él es poco menos que brillante. Una vez más, flaco favor le hace el 3D a la película. No agrega ningún tipo de profundidad y puede llegar a estar justificado (léase bien usado) en el tramo del entrenamiento del Linterna novato. Se entiende a partir de que es el formato de 3D pero con la reconversión. Aquellos conocedores de la mitología del personaje quedarán esperanzados con el protagonismo que tomaría el personaje de un enorme Mark Strong, Sinestro en una posible –pero aun no confirmada- secuela como el villano de turno. Quizás haya sido porque el estándar en cuanto a este tipo de películas se haya levantado en los últimos años, pero Linterna Verde no es decididamente mala, aunque muy esta lejos de ser redonda.
Hace 5 años cuando se estrenó Cars, Pixar jugó una apuesta alta. Venía de ganar el Oscar dos años seguidos a Mejor Película de Animación con Buscando a Nemo y Los Increíbles; y en ese momento estrenaba una película sobre un mundo “automovilizado”, si se me permite la palabra. Si la ponemos al lado de clásicos instantáneos como la trilogía de Toy Story, Wall-E o Up es entendible que Cars quede un par de escalones abajo. Pero reviéndola, uno entiende que Lasseter quiso contar una historia de una manera de vivir solapada por el mundo moderno disfrazada de una remake de Doc Hollywood pero con autos parlantes. Una vez más, una película de Pixar tiene múltiples niveles, tanto para su público infantil –el núcleo duro- como para los padres. En cuanto a la trama, Cars 2 sigue la historia como la dejaron. Rayo McQueen (Owen Wilson) es uno de los mejores corredores y gana cuanta carrera que participe. En tanto, su rústico amigo Mate (Larry the Cable Guy) es el jefe de su equipo en pits. Cuando McQueen es invitado a participar de un torneo que tendrá lugar en pistas alrededor del mundo e involucrará a los autos más veloces del globo, va a llevar a toda la crew con él. Paralelamente, dos espías británicos están en una misión que involucra una enorme conspiración. Por esas cosas del guión, Mate es confundido por un agente norteamericano y pasa a formar parte de la misión de los agentes británicos (Michael Caine como el Aston Martin DB5 Finn McMissile y Emily Mortimer como el Jaguar XJR - 15Holley Shiftwell) como el encubierto. Es inevitable que la trama de los espías se mezcle con la de las carreras. Es justamente la grúa oxidada la que gana protagonismo en la secuela. Lasseter le da pista a un personaje secundario que intentaba ser pintoresco, “buenazo” diría un amigo, pero que tiene pocas capas debajo y un humor sinceramente malo. Justamente que se le ponga la película en los hombros, o en el techo, de un personaje que tiene poca a nula gracia es el gran error. Lo poco que mostraba Cars de un mundo poblado de automóviles con el olvidado Radiador Springs, su secuela lo globaliza. Ahí radica gran parte de la gracia, obviamente para los adultos, de Cars 2. Las ciudades enteras diseñadas para que vivan autos, los mobiliarios modificados o las reuniones de espías tuneadas para la comodidad de sus habitantes son otra proeza de Pixar. Un poco de road movie, un poco de películas de espionaje (el agente británico es el modelo de Aston Martin que manejaba James Bond, más claro imposible), un poco buddy movie y con los apuntes ecológicos que tenía Wall-E, Cars 2 quema mucha goma y se queda sin nafta. Listo, me quedé sin analogías de autos. No es menester aclarar, pero nunca falta el desinformado, que el personaje de Hudson Hornet no está como un homenaje al fallecimiento del enorme Paul Newman. Aunque sea una película a la que Pixar no nos tiene (¿mal?) acostumbrados –hay autos que son torturados y otros que mueren, algo inaudito para un film destinado en principio a niños- sin duda, su público primario va a disfrutarla. Obviamente, no podemos dejar de lado el mensaje tipo Disney de vos-sos-especial-por-como-sos. Especialmente toda la escena en Tokio con lo colorida que es la capital Japonesa es una maravilla con el 3D, aunque los 115´ pueden ser demasiado. Como es costumbre, esta acompañada de un corto. En este caso no vamos a tener que esperar 10 años para volver a ver a los juguetes de Toy Story, porque Toy Story Hawaiian Vacation los tiene como protagonistas de unas vacaciones frustradas. Otra costumbre de Pixar es poner un “huevo de pascua” sobre su siguiente película. En la pequeña escena del bar durante la carrera en Londres está el guiño para la siguiente parada: Brave.
Estamos en un mundo post apocalíptico pero no per sé, ya que no hubo un cataclismo que lo haya provocado. Sino que el escenario es resultado de una guerra entre humanos y vampiros que lleva cientos de años y que terminó consumiendo, vaya uno a saber como, las entrañas mismas de la Tierra. La humanidad finalmente ganó, o al menos eso parece, la batalla con un grupo de guerreros de elite entrenados por la Iglesia bautizados como los Sacerdotes. Estos muchachos luego que finalizó la trifulca entre especies pasaron a ser veteranos de guerra, y como suele pasar ocuparon el lugar que pudieron dentro de una sociedad –dominada y vigilada por el Clero- que les teme y respeta. El mejor de ellos, Priest (Paul Bettany), aún tiene pesadillas por sus recuerdos en una misión donde perdió a varios de sus compañeros y duda de la versión oficial respecto que los chupasangre estén bajo control. Cuando le llegan noticias del secuestro de su sobrina a manos de los vampiros cuadrúpedos ciegos, más dentro del formato de una criatura salvaje en lugar de los clásicos vampiros-humanos, el Sacerdote se revela, excomulgación mediante, y va a buscarla acompañado del sheriff Hicks (Cam Gigandet). Basada en un popular manga coreano del cual solo toma el nombre, el contexto western y el concepto de curas como punta de lanza de una fuerza de choque –que esté situado en el futuro o los vampiros es un agregado-, Priest tiene no pocos errores y aún trato de buscarle algún acierto. Para empezar, la trama va tan rápido como las motocicletas steampunk que manejan los personajes. No hay desarrollo, motivaciones y Dios no lo permita diálogos que otorguen medianamente profundidad a los personajes. A ver, ya sé que estamos hablando de una película del estilo piña-patada-cuchillo, pero se toma a los personajes con una seriedad que está fuera del registro. Más que tomar elementos de la obra original, Priest esta notablemente influenciada por el clásico western de John Ford Más Corazón que Odio (The Searchers, EE.UU, 1956). Podríamos seguir por las escenas de acción. Para ser una del género de repartija de tortas (o de estacas más precisamente), se toma su tiempo para llegar hasta ellas. Normalmente una película de acción suele tener tres secuencias, incluyendo la del climax, donde hay acción decente. Priest no llega ni a cumplir esa cuota. El mayor error es el haber desaprovechado una idea con muchas aristas posibles y los baches en el guión: la de la Iglesia omnipresente -pero que está subrayada con marcador fluorescente- y la explicación de porqué son tan especiales los Sacerdotes que fueron reclutados por la Iglesia para que formen parte de su escuadrón respectivamente son algunos ejemplos. El director Scott Charles, que repite a Bettany como el protagonista que está más para las poses al igual que en Legión de Ángeles (Legion, EE.UU, 2009), es un hombre con mucha experiencia en los efectos especiales pero con poca experiencia -esta es su segunda película- detrás de cámara. La versión que se proyecta en 3D, es del infame estilo “convertido” en la post-producción. La misma especie de 3D que terminó sufriendo Furia de Titanes (Clash of the Titans, EEUU, 2010). Inútil, que agrega poco y nada de profundidad. Los escenarios en que se desarrolla la acción, principalmente desérticos y de noche tampoco ayudan como para dar más sensación de insertarse dentro de este mundo post-apocalíptico con estética retro futurista con aires de steampunk. Priest es recomendable para los fanáticos del género, pero será rápidamente olvidada por los mismos.
Después del reciente estreno de Scream 4 y ahora con Rápido y Furioso: 5in Control parece que estamos en el mes de revisitar franquicias para darles un aire nuevo. Eso es exactamente lo que pasa con esta quinta entrega de la saga de carreras callejeras. Luego de que las dos entregas anteriores (Reto Tokio y Rápidos y Furiosos, ambas dirigidas por el mismo director que esta) no hayan sido lo esperado, siguieron siendo redituables, especialmente la cuarta donde protagonizaba la dupla original, e insinuaban que un cambio era necesario. Ahora llega 5in Control, 10 años después de la primera, una especie de Punto Límite pero con corredores de carreras en lugar de surfers. La película comienza en la misma escena que termina la anterior, con un intento de rescate (si vale la palabra) al sentenciado a 25 años Dominic Toretto (Vin Diesel) por parte de su hermana Mia (Jordana Brewster) y cuñado ex policia Brian O´conner (Paul Walker) en medio de un traslado a una prisión. Después de una espectacular secuencia, pasamos que los medios nos relaten la actualidad del trío principal: son fugitivos buscados por el FBI. Con poco dinero y socios vivos, a la pareja no le queda más alternativa que encontrarse con el jefe del grupo en Rio, ciudad que está corriendo con mucha publicidad institucional últimamente. Allí, en el medio de un trabajo escapan a punto de ser traicionados por un mafioso que controla todo lo que pasa en la ciudad brasilera. Así que ahora tienen en contra a un Don Corleone que fala portugues y al FBI que envió a un grupo de elite liderado por Dwayne Johnson –quien nunca pero nunca deja de transpirar mientras escupe líneas del Manual del Cabrón- que dispara primero y pregunta después. Para salir de su predicamento, la familia no tiene mejor idea que robarle todo su dinero al capo. Pero para eso van a necesitar de un grupo con diferentes especializaciones a la hora de robar plata. Son convocados para esto los co protagonistas de las anteriores películas, generando así una especie de reunión post Bariloche. En esta oportunidad Lin deja un poco de lado las persecuciones ilegales para darle lugar a una película de robo al estilo La Gran Estafa, mostrándonos el planeamiento previo al golpe y otorgándole algo de trama, no mucho pero es mejor que nada. Es un gran acierto que se supedite las carreras callejeras al guión y no al revés como en las primeras e incluso las omite o usa como guiño –de hecho hay una sola que es la de cuarto de milla con autos de policía- a las anteriores. Sin dudas 5in Control es la más entretenida de la serie. Algo larga (dura poco más de dos horas) con algunas escenas donde hay carne porque la tiene que haber, demasiadas panorámicas de la ciudad y otras con poca justificación más que mostrar autos en marcha. Cuesta un poco, pero nos lleva hasta el clímax con la persecución final que incluye arrastrar una bóveda por medio Rio, con la destrucción edilicia y automovilística necesaria. Después de los primeros créditos hay un cameo de Eva Mendez abriendo el juego para una nueva entrega, que lo más probable es que sea en Europa.
What´s your new favorite scary movie? Hace 15 años la escena del cine de terror en general –y del subgénero slasher en particular- estaba adormecida. Aunque es un género que se reinventa cada década, que el denominador común sean los asesinos seriales había provocado una caída en la originalidad y erosionado el interés del público. Hasta que en 1996 llegó Wes Craven, responsable de otro serial killer como Freddy Krueger. Craven el año anterior hizo una comedia con tintes de terror –Un Vampiro en Nueva York (Vampire in Brooklyn, 1995)- así que ya estaba un poco en el camino de descontracturar el género. Junto con el guionista Kevin Williamson, lo lograron sin querer queriendo con la autoconciente, divertida y refrescante Scream (1996). Con la primer película de Ghost face, el asesino encapuchado con una máscara de fantasma, el veterano director hizo borrón y cuenta nueva. Estableció nuevas reglas, reconoció las históricas, y marcó el camino durante los siguientes años, hasta que luego llegaron Hostel (Hostel 2005) o El Juego del Miedo (Saw, 2004) haciendo de la tortura y lo explícito el estándar. Pero lo que nos corresponde es esta cuarta entrega, y posible comienzo de una nueva trilogía. Pasaron diez años y Sydney Prescott, una de los sobrevivientes de las tres masacres previas, ahora es una autora de libros de autoayuda. Sydney vuelve a su pueblo natal de Woodsboro para promocionar su más reciente libro. Allí se encuentra con sus viejos amigos también sobrevivientes el comisario Dewey Riley (David Arquette) y la ex periodista con bloqueo mental Gale Weathers (Courteney Cox). Apenas llega Sydney, las muertes empiezan a sucederse. Pero no lo hacen de manera azarosa, por supuesto que todo asesino serial psicópata tiene detrás un plan que justifique todo, sino que están siguiendo el mismo patrón que hace 15 años, cuando se estrenó la primer película. Es decir, el asesino está haciendo una remake. Así como La Red Social (The Social Network, 2010) retrata el espíritu de la juventud de esta época, Scream 4 se adapta a estos tiempos de Internet 2.0. Ahora la información corre por twitter de manera instantánea y hay aplicaciones en los celulares que permiten hacer la voz de Ghost Face. Para Craven Internet cambió hasta la manera de cometer asesinatos. Cuando el personaje de la publicista le confiesa a Gale Weathers cuanto la admira, y que ella fue “sus noventas”, Craven le quiere demostrar a sus personajes cuanto tiempo pasó para recordales que si ellos no se ponen a tono con el zeitgeist, es tiempo de entregar la antorcha. Esa publicista es una muestra demográfica de su público, el mismo que es fanático de Stab (la saga ficticia de películas basadas en la masacre de Woodsboro). Y Craven sabe que su audiencia creció con él, los conoce, pero que no es la misma que hace años. Una de las mejores cosas de Scream 4 es la sutileza para los guiños que tiene Craven. Le manda saludos a colegas contemporáneos (Carpenter, Romero), a maestros (Argento) o a quienes pueden tomar la posta del género (Rodríguez). POSIBLE MENCIONAR CON MÁS CLARIDAD GUIÑOS. Scream 4 es una gran broma que hacen Craven y su guionista Williamson. Desde la secuencia de apertura –uno de los puntos alto de la película- se burlan de las películas “importantes e inteligentes” a la El Origen (Inception, 2010), de la cultura que busca sus 15´ de fama a cualquier precios o de si mismos (una policía bizca no puede ser tomada de otra manera). No es una reinvención de la saga, sino más bien una actualización como para encarar la nueva década.
Danny (Adam Sandler) es un cirujano plástico que por un determinado suceso camino al altar se desencantó de las relaciones que tengan un mínimo de compromiso y usa su anillo de bodas para conquistar mujeres. Una noche conoce a la joven maestra de primaria Palmer (Brooklyn Decaer), con la cual puede vislumbrar un futuro. La chica encuentra el anillo, así que piensa que el médico es casado y automáticamente quiere terminar la incipiente relación. Así es que Danny le hace creer que se está divorciando. La docente, para comprobar la historia, quiere conocer a la futura ex esposa. Por lo tanto, a Danny no le queda otra que pedirle a su fiel asistente Katherine (Jennifer Aniston) que se haga pasar por su mujer. La noche previa a ver Una Esposa de Mentira (Just go with it, 2011), cuya traducción del idioma literal sería “Seguí la Corriente” me cruzé con Hazme Reir (Funny people, 2009), una comedia negra donde el personaje principal, el de Sandler, es un comediante consagrado, millonario y que hace películas de dudosa calidad. Y no pude evitar pensar en el lugar común que el arte imita a la vida: en los últimos años el neoyorkino desafinó la puntería. Más allá de alguna que otra excepción, como No te Metas con Zohan (Don´t mess with the Zohan, 2008), el cine de Sandler perdió parte de la irreverencia que lo caracterizaba. La primera mitad es la más disfrutable. Está repleta del humor de cuello azul, ácido y burlón –en este caso a quienes se practican cirugías plásticas pero no sin una cuota de cariño- con el cual el ex Saturday Night Live (el clásico programa semillero de comediantes durante más de 35 años) cimentó su carrera. Es en esta parte cuando están los mejores diálogos, muchos evidentemente improvisados, entre el personaje de Sandler con el de Aniston. Convengamos que no es difícil hacer una pared de improvisación con Sandler, pero hay que saber mantenerle el ritmo y tener buen timing, algo para lo que hay que tener un nivel de talento, sino Billy Madison te deja sin pantalla. Es durante todo el viaje a Hawai que la cosa se empantana. Desde hace un tiempo que a Sandler se le notan los años, cumplirá 45 este año, y la llegada del éxito –con la comodidad que esto implica- al ex Conde del Weekend Update, un gran personaje que daba las noticias en formato de ópera en un segmento de SNL. El ritmo de la película decae, yendo más hacia lo previsible, conservador –hace foco en la familia y lo que significa tener una- y muchas situaciones se sienten forzadas. Por ejemplo: la competencia de baile entre Catherine y Devlin Adams (una Nicole Kidman fuera de ambiente) tiene poco justificativo. Dennis Dugan, colaborador con el cómico desde hace más de 15 años y con quien han hecho varias películas como la reciente y algo decepcionante Son como Chicos (Grown ups, 2010) o Happy Gilmore (1996), le da lugar a todos –incluyendo paneos a viejos amigos de SNL- para que puedan hacer lo que saben y encuentra en los niños que personifican a los hijos de Catherine una gran dupla de punchliners. Aunque conocemos el destino adonde Una Esposa…nos va a llevar desde el trailer, el camino es disfrutable, con buena vista y pocos baches.
Lo que parece ser una lluvia de meteoros pronto muta a la primera fuerza de avanzada de una invasión alienígena que pretende colonizar el planeta por sus recursos hídricos. Como suele pasar, quien pega primero pega dos veces. Y si su guante es mucho más pesado, eficiente y tecnológicamente superior entonces su piña cuenta por mucho más. Antes de gritar retirada las principales ciudades costeras del mundo quedan a merced de los extranjeros. Uno de los pocos bastiones humanos es la ciudad californiana de Los Ángeles, epicentro de la acción. En el medio de este quilombo mundial esta el crisol de razas que es la unidad de marines del Sargento Hantz (Aaron Eckhart), una de las tantas enviadas en la búsqueda de civiles que hayan sobrevivido el primer ataque. A ver, si podemos poner de lado la corrección política y el propagandismo escrito con lápiz de carpintero tenemos enfrente una pieza de acción bastante bien calculada. Estamos en una de guerra, y en una de guerra intergaláctica. Que las cosas queden claras, desde el vamos nos ponen en situación de combate. Todo va escalando en explosiones y muertos hasta llegar al inevitable showdown, ese último tiroteo donde se juega el azar de la raza entera. Poco interesan las subtramas de cada soldado planteadas de manera somera al comienzo. Algunas siguen durante toda la película y otras no. Como si Liebesman se hubiese dado cuenta durante la filmación que rendía (padre latino solterno sobreviviente junto con el hijo) y cual era pólvora mojada (el novato en batalla o el joven ascendente recién salido de la academia militar). Asimismo, hay errores o escenas innecesarias. ¿De qué sirve conocer el punto débil físico individual del invasor cuando lo que interesa es eliminar la base central? Desde que Spielberg homenajeó a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial en Rescatando al Soldado Ryan (Saving Private Ryan,1998) la forma de filmar la guerra es la cámara en mano, nerviosa, embarrada, ensangrentada, con balas razantes, inmiscuida. Liebesman tomó nota de esto y nos brinda algunas de las mejores balazeras desde La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Dawn, 2001). Personalmente, a Eckhart le compro un auto usado. Desde Erin Brocovich (2000) tiene mi voto de confianza más allá de algún que otro desliz en su camino. Acá esta muy creíble como el marine experimentado y atribulado que esta disparando sus últimos cartuchos. Su principal problema, y el de la Invasión… en general, es el último tercio sentimentaloide de película. Así y todo con no mucho cinismo podemos decir que Invasión vendría a ser un video institucional de reclutamiento largo con mucho presupuesto del Cuerpo de Marines, donde se le destaca su fidelidad por el país, la familia, la unidad de grupo, el nunca rendirse, su profesionalismo y el éxito en sus misiones. Una especie de primo de las películas de Michael Bay, pero sin tanta cámara girando sobre el eje, plano picado o cámara lenta. Decíamos que el último tercio es cuando la película decae, pero es por su excesiva corrección política (esta tan repetida en esta nota como en todo el film) y los discurso redentores de turno junto con todo el tono institucional que la embarran.