Tras su estreno en el último BAFICI, llega a las salas comerciales la nueva película del director de Las hermanas L., Toda la gente sola, Antes del estreno y Anagramas.
El prolífico e incansable Giralt regresó con una comedia coral de reminiscencias almodovarianas que se disfruta tanto desde lo formal (narrada con sofisticados planos secuencia que aportan movimiento y ligereza) como desde su espíritu lúdico y desprejuiciado.
Hubiese querido que el humor funcionara mejor (los intérpretes parecen por momentos sobreactuar una euforia y un delirio que la película no siempre transmite), pero eso no quiere decir que Primavera carezca de hallazgos y de momentos alegres y hasta entrañables.
Narrada desde el punto de vista de Leopoldo (Angelo Mutti Spinetta), un niño de once años que además es dueño de la voz en off, la película es una reivindicación de la diversidad sexual, de las familias no tradicionales y del matrimonio igualitario. Y lo hace sin caer jamás en la bajada de línea militante sino a partir de la naturalidad con que se relacionan los disímiles personajes.
Por un lado está Greta (Catarina Spinetta), madre de Leopoldo y ahora embarazada (no se sabe bien de quién) que debe lidiar con un ex marido ahora gay (un director de teatro interpretado por Nahuel Mutti) que está a punto de casarse con su actual pareja, un futuro ex novio bastante insufrible (Mike Amigorena) y un hombre más joven (el tío Pedro) que la persigue para declararle una y otra vez su amor (Chino Darín).
El clan de Giralt está integrado también por Moria Casán (una suerte de matriarca y financista de los proyectos artísticos del grupo), Luisa Kuliok (notable como una diva con ínfulas), Alejandro Parker, Silvina Acosta, Esteban Meloni, María Marull y hasta un cameo de Vicky Xipolitakis.
Hay caóticos ensayos teatrales, bailes de disfraces, recitales de poesía y una fiesta de casamiento al aire libre. Hay también sensibles momentos en que se aborda el despertar sexual preadolescente (Leopoldo se enamora de una chica tres años mayor), música de Virus (ese clásico inoxidable que es Una luna de miel en la mano) y una efervescencia de espíritu, claro, primaveral que -aunque no todos sus momentos de humor funcionen con la misma eficacia- se agradece y se celebra.