Padre e Hijo.
El fin de un matrimonio y como afecta a los hijos pequeños es un concepto cuya sola definición invita a la oportunidad de desarrollar un considerable repertorio de posibilidades dramáticas. Primero Enero parece ofrecer esa propuesta pero no le saca todo el jugo que podría sacarle.
Jorge decide llevarse a su hijo Valentino a una improvisada vacación por las sierras cordobesas para fortalecer sus lazos tras un reciente divorcio, que al parecer le está afectando al pequeño.
La película presenta su conflicto esencial con sutileza. No obstante, sucumbe demasiado seguido a un deseo de mostrar la cotidianidad y el fortalecimiento del lazo de las relaciones padre e hijo, aspecto que se transmite con mucha verosimilitud y naturalidad. El conflicto ya mencionado, o sea, la dificultad del chico por aceptar el divorcio, no es abarcado con la suficiente profundidad; muy pocas escenas hacen hincapié en el mismo, y esa escasez es la que a la postre le juega en contra al resultado final.
En el aspecto técnico, la película tiene unas cuidadas composiciones de cuadro en Cinemascope. Las actuaciones descansan sólidamente en los hombros de sus protagonistas, padre e hijo en la vida real me animaría decir, por el enorme nivel de naturalidad y verosimilitud desarrollada en su relación. Aunque a menudo, el pequeño Valentino Rossi consiga llevar la ventaja en algunas de las escenas.
Conclusión:
Primero Enero es una película que triunfa en su retrato fiel de lo que una relación padre hijo debería ser. Sin embargo, el deseo por ilustrar esa intimidad acaba por socavar las enormes posibilidades dramáticas que su conflicto tenía para ofrecer, lo que contribuye a que el resultado final sea poco seductor para el espectador.