RETRATOS DE UNA OBSESIÓN
Incluso en su costado más revulsivo, más (auto) crítico y más molesto, Hollywood es totalmente inofensivo. Salvo contadas excepciones, los cuestionamientos que hace la industria al macro sistema que integra son siempre tibias, intrascendentes y, lo peor, extremadamente obvias. Disfrazadas de cuasi revoluciones que maldicen el establishment reinante ya sea a nivel social (Los Juegos del Hambre, Maze Runner), político (Fahrenheit 9/11) o mediático (la presente Primicia Mortal), estas películas exigen por consecuencia otro tipo de paradigma. Y allí es donde siguen siendo parte del problema.
De manera rápida, Primicia Mortal posa como una película crítica. En este caso la del periodismo amarillista, lo cual en principio sería un riesgo que el director Dan Gilroy, guionista de El Legado Bourne, se “molestó” en tomar. Y en las comillas se justifica la referencia escrita más arriba donde se establecía que el Hollywood en su faceta más contestataria, no es más revulsivo que Al Gore despotricando contra el cambio climático. ¿Por qué? Este subgénero del periodismo es algo subestimado y vilipendiado incluso por aquellos que lo practican, entonces atacarlo y criticarlo no es un desafío cuando no hay nadie que lo venere. Es más un repaso, un recordatorio. El riesgo en el séptimo arte consiste en cuestionar aquellos paradigmas que soportan a intereses determinados (la industria misma, las instituciones, etc), y no a cuestiones que ya sabemos obsoletas.
Sin embargo, Dan Gilroy es hábil es su construcción del relato, a cargo de una narrativa potente que da pasos firmes y seguros de sí mismo. Los mejores momentos de Primicia Mortal son aquellos cuando el director se preocupa por mostrar la dinámica en la urgencia por conseguir una exclusiva, en esa desesperación de querer llegar antes que el resto y no en la pose crítica de la voracidad sin ética de los medios contemporáneos. Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) es un ladrón de poca monta que, minutos adentrada la película, ya se perfila como alguien obsesivo y verborragico, características que casualmente lo llevarán a encontrar el área donde mejor parece desempeñarse: un buscador de primicias, un rondador nocturno, el nightcrawler del título (original). Mediante su particular personalidad y otras artimañas, Bloom empezará a escalar en el oficio, llegando a ser de lo mejor de su ciudad. Retratado como un inmoral, calculador, obsesivo y casi psicópata solo por lo que dice y poco por lo que hace, el Gyllenhaal más consistente se da cuando insinúa, sugiere, gesticula o da entender y no cuando vomita monólogos vehementes con los cuales pretende forzosamente hacer explícita una personalidad. Lejos de los Travis Bickle (Taxi Driver, 1976) de Robert De Niro, Seymour Parrish (One Hour Photo, 2002) de Robin Williams o incluso el Anton Chigurh (No Country for Old Men, 2007) de Javier Bardem, Louis Bloom está más cerca de ser un obsesivo buscavidas, por momentos obsecuente, que solo necesita un abrazo y un poco de atención.
Dan Gilroy pretende dar muchas cosas: por momentos un retrato superficial de un psicópata, por otros un cuestionamiento cuasi fundacional del subgénero del amarillismo, y lamentablemente en los menos, una (buena) película de acción y suspenso. Sin embargo, aparente conocedor de los lugares comunes, Gilroy no parece saber lo que dicen del que mucho abarca.
Por Pablo Pons